El gobierno ha informado del cálculo de déficit fiscal para los años 2015 y 2016. Para el primero de estos años representa 16.803 millones, y una magnitud casi idéntica 16.801 para el año siguiente; es decir, un 8,2% y un 7,9% del PIB respectivamente. Este déficit corresponde al cálculo basado en el método del flujo monetario que mide la aportación que recibe Cataluña y el gasto de acuerdo allí donde se sitúa en concreto esta segunda. Otra forma de calcular el déficit fiscal es el de la carga-beneficio en el que se imputa a Cataluña una parte proporcional del gasto que se hace en todo el estado. La discusión sobre cuál de los dos métodos expresa mejor el resultado final es interminable, y quizá la realidad se encuentra entre las dos, porque si bien es cierto que lo que realmente hay que contabilizar es aquel gasto que se produce dentro del propio territorio, también lo es que en una medida muy variable, hay gasto que se realiza en el ámbito español que tiene efectos positivos para Cataluña. Por ejemplo, lo que afecta a la red ferroviaria en general y que puede permitir a las mercancías catalanas llegar mejor a determinados puntos de España.
La Generalitat tiende a razonar en términos del primero de los métodos, el del flujo monetario, porque es el que presenta un mayor desequilibrio. En el caso de la carga-beneficio, el déficit fiscal para el 2015 es del 5,8% y para el año siguiente del 5,7%.
La tesis del independentismo es que la república catalana se beneficiaría de entrada de todo ese dinero que se paga de más. La realidad es que esto no es ni mucho menos así. Veamos las causas.
La primera de ellas es que se trata de un cálculo teórico que es válido a posteriori y en las condiciones concretas en que se produjo. Esta consideración no invalida la medición, sólo dice que de cara al futuro hay otras hipótesis y debemos utilizarlo con cuidado. Es algo parecido a la advertencia que se hace en el mundo financiero: «rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras».
La segunda razón es la que ya se ha apuntado en el sentido de que ni uno ni otro expresan suficientemente bien la realidad. Si hacemos una hipótesis intermedia entre las dos, más bien decantada hacia las cifras máximas, tendríamos que el déficit fiscal para 2015 se situaría ligeramente por encima del 7%, y para el año siguiente sería el 7% pelado.
Pero, y esta es la tercera razón, aquí habría que introducir todo el gasto que Cataluña como estado independiente debería hacer: defensa, seguridad y fronteras, relaciones internacionales, aportaciones a la administración local, entre otros. Una muy importante sería la financiación del déficit de la Seguridad Social porque desde 2011 este está presente en el caso catalán. Él solo podría representar del orden de unos 3.000 millones de euros, y eso ya se comería una parte sustancial de puntos del PIB, entre 2 y 3, al que habría que añadir todos los otros gastos apuntados. Con un cálculo optimista, lo que nos costaría ser un estado independiente, sin mucho lucimiento, vendría a significar 5 puntos del PIB. Pero tampoco estos serían reales, al menos durante un indeterminado período inicial, porque la capacidad recaudatoria de Cataluña no alcanzaría el 100% de eficacia hasta pasado un tiempo y, por lo tanto, habría que acudir al mercado exterior para financiar el endeudamiento que, seguramente viniendo de dónde venimos y siendo un estado nuevo con un futuro más o menos incierto, resultaría caro. Pero es que, por otro, lado habría gasto que tendría un coste importante al principio, por ejemplo, es impensable que en las condiciones actuales la república catalana no comenzara su historia disponiendo muy rápidamente de una armada de una cierta entidad, porque el Mediterráneo es cada vez un mar más complicado y esto significa un coste importante para empezar. Asimismo, habría un período de desajuste del comercio con España derivado de la conflictividad con la que se habría producido la independencia que afectaría a los ingresos del país. Y eso sin considerar que, de entrada, y por un periodo que no sabemos si puede durar mucho o poco, estaríamos fuera de la Unión Europea.
La pregunta final es evidente: ¿un déficit fiscal que puede aminorarse de 2 puntos del PIB catalán justifica todo el trauma económico y social de la independencia?