El Partido Nacionalista Vasco ha vuelto a jugar con habilidad sus cartas que no son muchas (6 diputados) pero que son de oro, y ha obtenido un pacto extraordinariamente bueno. Tanto, que los límites de su propia comunidad le vienen estrechos y se permite el lujo de pactar con el gobierno español beneficios para la comunidad vecina de Navarra. Es como si en las negociaciones de ERC se incorporaran acuerdos que beneficiaran a la comunidad de Valencia. Y además no son contrapartidas menores. Una de ellas es la transferencia de la competencia de tráfico y seguridad vial en Navarra.
La otra es la aplicación de la bilateralidad pactada con Euskadi haciéndola extensiva también a los navarros. Y aún una tercera y extraordinaria medida: tanto el País Vasco como la comunidad foral de Navarra, en el marco de esta bilateralidad, podrán discutir la reinversión del superávit de las entidades locales.
Además, claro, hay todas las nuevas ventajas que se conceden al País Vasco. Completar los traspasos del Estatuto de Autonomía el próximo año, las inversiones para la infraestructura de comunicaciones, y disponer de selecciones deportivas que puedan competir a nivel del resto de los estados.
Paso a paso, el PNV ha logrado construir para aquel país unas condiciones de verdadero estado confederal con España, por lo que sólo unas pocas cuestiones básicas permanecen en manos del estado central, y esto en la perspectiva de un nuevo estatuto porque, a diferencia de Cataluña, la estrategia del PNV no ha sido tanto la de establecer un nuevo estado, como la de llenar de competencias y de recursos del estatuto vigente. A la hora de hacer balance entre Cataluña y la estrategia del proceso con el País Vasco, la diferencia es clamorosa. Quizás más que grandes declaraciones sobre la república lo que necesitaríamos sería un progreso modesto pero continuado en el ejercicio, que no en la teoría, del autogobierno.