Esta semana, previa a las Navidades, se juegan bazas decisivas para garantizar la investidura de Sánchez.
Según cómo se desplieguen las cartas, podrá convertirse en presidente o nos veremos abocados a unas nuevas elecciones. La carrera de obstáculos comienza hoy, porque la justicia belga celebra una nueva vista sobre la extradición de Puigdemont, Comín y Puig solicitada por la justicia española.
Si no hay sorpresas, es previsible que se determine un nuevo aplazamiento a la espera de la sentencia que dictará el Tribunal de Justicia de la Unión Europea sobre la inmunidad como eurodiputado de Oriol Junqueras.
También hoy Sánchez se reúne con el PP y Cs. Es muy difícil que de la primera reunión salga nada positivo para la investidura y todo queda a la espera de si Cs sería capaz de ofrecerle sus votos que serían suficientes para sacar adelante el gobierno de socialistas y Podemos sin la necesidad de los votos de ERC.
El martes hará la extraña rueda de llamadas a los presidentes autonómicos, que todo el mundo sabe que no tienen otra finalidad que justificar la llamada a Torra. Es una incógnita qué se puede producir en esta conversación telefónica, que en todo caso está lastrada por las malas relaciones personales, como consecuencia de que Sánchez no quiso contestar a las llamadas previas del presidente catalán. El hecho de que estuviera en campaña electoral seguramente fue determinante. Pero también nos cuenta que el candidato a la Moncloa es una persona que se mueve con criterios muy a corto plazo. Ahora le iría muy bien que su relación con Torra fuera como mínimo normal.
El jueves es seguramente un día decisivo. Si el Tribunal Superior de Justicia de la Unión Europea resuelve favorablemente y Junqueras asume su condición plena de eurodiputado, todo será más fácil para el entendimiento con ERC, y posiblemente se abrirá una nueva perspectiva, al menos en este sentido. Pero esto también significará un reforzamiento de las posiciones independentistas ante un gobierno parlamentariamente débil.
Una complicación adicional es el efecto colateral favorable a Puigdemont, que podría también llegar a disfrutar de esta condición y favorecer de este modo su papel político. Si la sentencia es desfavorable, ERC lo tendrá más difícil para pactar, pero a la vez el bloque independentista se verá debilitado.
Y, finalmente, la explosiva semana se cerrará con una cita decisiva. El congreso de ERC el sábado y domingo, que definirá la estrategia a seguir. La dirección del partido parece tener bien amarradas las conclusiones finales, pero nunca se debe perder de vista que ERC ha sido un partido de reacciones imprevistas, si bien ahora este espontaneísmo político se ve atemperado por la cercanía del poder.