En pleno clamor para luchar contra el cambio climático, consecuencia de la Conferencia Mundial sobre el Clima (COP25) que se celebra en Madrid, se ha producido un desastre ecológico en el frágil río Besòs, causado por el incendio en una planta de reciclaje de Montornès del Vallès, que según los expertos le hace retroceder 30 años, cuando más que un río era un curso de agua muerta. La gravedad de los hechos obliga a formular importantes preguntas que atañen al buen funcionamiento de este país en cuestiones elementales.
La pregunta fundamental es si se podría haber evitado o al menos atenuar el daño causado. La primera consideración que hay que hacer sobre este punto es si la normativa medioambiental ofrece suficientes garantías cuando hace posible que una industria potencialmente tan contaminante de un curso hídrico esté en el umbral mismo del Besòs sin disponer de medidas extraordinarias.
Aquí estamos hablando del capítulo de la prevención. Es importante abordarlo, porque la densidad industrial que bordea el río obliga a una seria revisión de toda la actividad industrial que se lleva a cabo en su frontera para evitar futuros incidentes de este tipo.
Cataluña, y en esto el talante no se diferencia en nada del español, otorga muy poca atención a las medidas materiales de prevención de catástrofes causadas por fenómenos irregulares. Ya lo apuntamos al analizar las informaciones sobre la otra gran catástrofe en el curso de un río, ésta de carácter natural, en el caso del Francolí.
La segunda cuestión es si la industria cumplía con la normativa exigible. Pero esta será la más fácil de averiguar, porque la administración necesita encontrar desesperadamente un responsable sobre el que focalizar la culpa. Pero hay más cuestiones.
Cuando los bomberos intervinieron para apagar el fuego, en su desarrollo y actuación tomaron en consideración el posible impacto que el agua utilizada para la extinción, que arrastraba productos químicos de la industria, podría tener sobre el río que discurre allí mismo. Esta es otra pregunta obligada, porque las urgencias tan abrumadoras como las de un incendio espectacular como el que se produjo no deberían ser un motivo suficiente para que no se aplicaran protocolos previamente establecidos para evitar graves daños ambientales. ¿Los tienen los bomberos de la Generalitat estos protocolos? Es otro extremo a dilucidar.
Y ya entrados en las consecuencias, hay que preguntarse si la respuesta de la Agencia Catalana del Agua (ACA) en el sentido de que se producirá una regeneración natural, pero no se puede saber qué duración tendrá hasta restituir la situación, es o no suficiente.
Es evidente que sólo el proceso natural de recuperación es la solución, pero la cuestión está en si se puede desde ahora facilitarlo, o se entrega a la propia inercia de los hechos y así se justifica no hacer nada.
La ACA ha de presentar con urgencia un programa de recuperación que debe comportar acciones importantes desde este mismo momento, porque hay que decir que los trabajos que se hacen para recuperar individuos de la fauna que vivían en el río son demasiado pobres y esporádicos, y que deberían haber sido más importantes. Programa y presupuesto es lo que la Generalitat debe presentar con urgencia.
Como urgente es también que el Parlamento de Cataluña consiga encontrar tiempo de sus eternos debates sobre el independentismo y presos, y examine con cuidado, luz y taquígrafos las causas, las consecuencias y la respuesta a la catástrofe del río Besòs.