La Autoritat Metropolitana del Transport (ATM), de la cual son titulares la Generalitat, el Ayuntamiento de Barcelona y el área Metropolitana de Barcelona (CON), ha cambiado no solo las tarifas del transporte público, sino también su naturaleza.
La nueva regulación para el 2020 se presenta como una sustancial reducción de la tarifa de la T-Mes y la T-50/30 al pasar a la T-Usual, que significará un beneficio para aquellas personas que de manera cotidiana utilizan el transporte público, y esto está bien. La T-10 desaparece y es sustituida por la T-Casual. Ambas tienen derecho al mismo número de viajes, 10, pero recibe un incremento importante de 1,15 euros. También se crea la T-Grup para 70 viajes en 30 días y que está pensada para una utilización ocasional por parte de grupos. Su coste será de 79,45 euros. La T-Jove se reduce sensiblemente y en la Zona 1 costará 80 euros, en lugar de los 105 actuales. Para las 6 zonas la reducción todavía se hará sentir más, puesto que pasará de 300 euros a 222,25. En contrapartida, el billete sencillo se encarece y pasa de 2,20 euros a 2,40.
Hasta aquí, y con la descripción hecha, nada a criticar, porque se favorece a las personas que hacen un mayor uso del transporte público y los jóvenes.
Aun así, sí que hay una observación sobre la extinta T-10. Parece como si la visión de la ATM fuera que esta tarjeta es un tipo de complemento que utiliza la gente que usa habitualmente su coche. Y esto es un error, porque el principal usuario es aquel que se desplaza a pie y que, en determinadas ocasiones, por razón de tiempo o porque la distancia es excesiva o por inclemencia meteorológica, lleva la tarjeta de reserva y utiliza entonces el transporte público.
Por lo tanto, lo que está haciendo la autoridad metropolitana -digamos las cosas por su nombre, el consejero Calvet y la alcaldesa Colau- es penalizar el desplazamiento a pie, porque o bien le saldrá más caro o bien disuadirá a la persona de andar para se refugie en la T-Usual, que solo es rentable con un uso diario del metro o autobús. Es un flaco servicio a la habitabilidad de la ciudad y a la salud de sus habitantes. En lugar de estimular a andar, lo desincentivan.
Más grave es todavía el hecho que afecta de lleno a las familias, que todas las nuevas tarjetas, excepto como es lógico la T-Grup, que está pensada para un uso muy específico, son de uso uninominal, DNI del usuario incluido. Por lo tanto, se habrá acabado aquello de que la madre acompaña al hijo a la escuela y con una misma tarjeta consume dos viajes, o que en una familia a uno se le ha agotado el número de viajes y el hermano o la madre le deja la suya para aquella urgencia. En definitiva, se habrá hecho más difícil la vida de las familias en relación con el transporte público.
La pregunta es: ¿por qué? La respuesta es doble: porque nuestros gobernantes nunca piensan en términos de familia cuando definen sus políticas, y que no se nos diga que las monoparentales y las numerosas tienen un trato más favorable. ¡Solo faltaría! Y, además, son la excepción a la regla familiar. La otra razón es sencillamente recaudatoria. De este modo compensan la rebaja a la T-Casual forzando que se multipliquen el número de tarjetas que se expiden
Una vez más, el gobierno municipal de Ada Colau y el gobierno de Cataluña nos crean problemas a la hora de quererlos resolver. No pinta bien.