8. La vivienda ha sido en teoría la piedra filosofal del mandato de Colau. El único problema es que el plomo que debía transformarse en oro, es decir, la necesidad de hogares que debía satisfacer, no se ha producido y ha quedado como estaba; el plomo sigue siendo plomo y es muy posible que su peso arrastre a la alcaldesa a la caída definitiva, cuando precisamente logró el éxito, sobre todo gracias a la plataforma en defensa de la vivienda pública.
En el folleto donde presenta la supermanzana y destaca las medidas que ha adoptado, y que venimos reseñando hace alarde de la medida en que las nuevas promociones tengan que ofrecer un 30% de vivienda regulada. Es un anuncio provocador como tantas cosas que hace Colau. Porque es público y notorio que éste es uno más de sus grandes fracasos. Esta regulación sólo ha proporcionado en 4 años 52 nuevas viviendas sociales. Una cifra ridícula y muy alejada de los 151 que la concejala Janet Sanz calculaba que se construirían solo en un año.
Por si fuera poco, y tal y como se anunció, las promociones de nueva vivienda en la ciudad han caído de tal manera que hasta noviembre de 2022 el Ayuntamiento solo ha recibido 1 solicitud de licencia de nueva promoción, la cual supone 6 pisos de protección oficial. Con todo esto ya está dicho en qué consiste la gran medida de las promociones «del 30% a precios regulados».
Colau también se jacta de que el parque público y asequible de la ciudad superará las 17.500 viviendas. Es un invento o cuenta viviendas que se hicieron antes de que ella gobernara. Porque la realidad es muy distinta y se han producido en el mandato de Colau menos de 400 pisos de alquiler al año.
Este hecho se combina además con la subida de los precios de los alquileres más extraordinaria que se ha producido en la ciudad en años y deja fuera de juego a múltiples personas. Encontrar un alquiler inferior a los 900 euros en el área central de ciudad se hace imposible y hay que ir a petar a Nou Barris, Horta-Guinardó y Sant Andreu para encontrar alquileres que oscilan entre los 680 y los 800 euros mensuales. Con estos precios y una oferta muy escasa las exigencias de los inquilinos se multiplican. No solo por el precio sino por algún tipo de seguros contra el impago, la petición de avales, conocer los ingresos de los posibles inquilinos, no tener mascotas, son algunas de las cuestiones más habituales con las que se encuentra el buscador de una vivienda.
Y es que la nueva ley de alquileres de Catalunya también ha afectado, como lo ha hecho la norma del 30% del Ayuntamiento, a la oferta de este tipo de vivienda. Los propietarios tienen cada vez menos incentivos por alquilar por temor al impago y a la dificultad de desahuciar al inquilino y por el riesgo de la ocupación, que se ha convertido en una epidemia en Catalunya.
Y éste no es un tema menor: ¿por qué Cataluña presenta esta singularidad? (tiene otros en el orden negativo, como ser la principal productora de cannabis, o en otro orden de cosas, la comunidad donde una persona tarda más días en ser intervenida quirúrgicamente; pero no se trata de hacer un balance). Los fenómenos que actúan sobre una vivienda a su alcance son numerosos y no han sabido ser combatidos. Junto a los apuntados hay que decir también la generalización de los pisos turísticos debida a su elevada rentabilidad que detraen buena parte de vivienda del mercado de alquiler y también la gentrificación de ciertas zonas favorecida por los tipos de políticas municipales desequilibradas; la ciudad de primera y segunda, que paradójicamente hace un ayuntamiento que se considera que es progresista y de izquierdas.
A estos hechos aún habría que añadir otro que es la proliferación del chabolismo y de la gente que vive literalmente en la calle. Algo que nos retrotrae a los años 50 del siglo pasado. Éste es el panorama que ofrece la política de viviendas de Colau. Sólo por razón de lo que ha hecho mal y de lo que no ha hecho, merece la censura de los ciudadanos.
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