Los datos de Eurostat sobre la evolución del PIB per cápita no engañan. Estos últimos 20 años se saldan con un mal resultado y dentro de este contexto resulta especialmente negativo el período de Sánchez. Todo el discurso sobre la buena marcha de la economía española se tambalea cuando se observa la evolución en una perspectiva amplia del tiempo.
Hace 20 años, el PIB per cápita de España era de 22.430 euros. Muy similar al de la UE-27 de 23.100 euros, mientras que la zona euro, a la que pertenecemos, gozaba de una mayor riqueza, 27.090 euros. 20 años más tarde, en 2022, España estaba ubicada en los 24.590 euros. Es decir, había mejorado algo más de 2.000 euros, mientras que la UE alcanzaba la cifra de 28.800 euros y nos superaba claramente. Ahora estamos mucho más lejos que en 2002 de alcanzar la equiparación de renta con el conjunto de la UE. Por su parte, también había mejorado sensiblemente la zona euro, alcanzando los 31.830 euros. Estamos más lejos que nunca de la convergencia. Y este hecho obliga a una reflexión profunda que está ausente del gobierno, del Congreso, y que también debería hacerse en Cataluña porque su comportamiento no es ni mucho menos mejor.
Si ahora pasamos a observar el último período constatamos como todo empeora. El PIB per cápita máximo lo logró España en el 2019 con 25.180 euros. Por tanto, a finales del año pasado todavía no habíamos recuperado el bajón provocado por la covid y los problemas subsiguientes. De hecho, estadísticamente ni siquiera estamos al nivel de 2018 porque todavía permanecemos con el PIB de 2022, unos 300 euros por debajo. Podemos pensar con razón que esto es consecuencia de la covid, pero es que después la reanudación ha sido muy diferente tanto en el conjunto de la zona euro como en la UE-27. En ambos casos se superan claramente los niveles de 2019.
Hay en todo esto un fracaso claro de la política económica española. Primero, porque cayó mucho durante la covid. Se puede considerar que esto se debe al mayor impacto del turismo en nuestro país. Pero a Italia no le ha ocurrido lo mismo y es otro país en el que el factor turismo tiene peso. Pero sobre todo, el problema es después. Las políticas para reactivar la economía para capitalizar el efecto rebote en el PIB, que necesariamente todo el mundo sabía que debía producirse, han sido claramente insuficientes. Y esto también merecería otro examen atento y un rendimiento de explicaciones por parte del gobierno y del Congreso de los Diputados, cuestiones ambas perfectamente ausentes de la agenda pública.
Pero es que además todo esto se refiere a datos del PIB per cápita. Pero si las trasladáramos a renta familiar disponible en términos de poder adquisitivo, los resultados entonces serían aún mucho peores porque el efecto de la inflación en este último período se convertiría en demoledor. La conclusión es evidente.
La renta familiar disponible en términos de capacidad de adquisición de hoy es claramente inferior no ya a la de 2018, que esto es una evidencia, sino también a la de 2002. Si este balance no lo calificamos de fracaso, ya me diréis qué es necesario, porque necesitamos utilizar este calificativo para definir el período. Hemos perdido dos décadas.