- Ganan y mejoran resultados los que ya estaban gobernando: PP y PNV, si bien con diferencias. La hegemonía de Feijóo es absoluta. Lo logra por cuarta vez, se acerca al 50% de los votos y le saca 25 puntos porcentuales al segundo partido. Es difícil encontrar un resultado similar en Europa. El PNV mejora sus resultados, pero sigue sin alcanzar una mayoría absoluta y lastrada por el desequilibrado sistema electoral del País Vasco, en el que cada una de las tres circunscripciones aporta el mismo número de diputados con total indiferencia de la cantidad de votantes.
- Pierde la coalición que gobierna en España. Se ha derrumbado Podemos, y el Partido Socialista no ha sacado ningún rendimiento de este descenso. En el País Vasco la coalición ha pasado de 20 a 16 escaños, y en Galicia de 28 a 14, desapareciendo el partido de Iglesias y pasando al PSOE a la tercera posición.
- Ganan los partidos arraigados de manera inclusiva, natural, a las características de cada país. El PP de Feijóo nada tiene que ver con la formulación de este mismo partido en el País Vasco. En Galicia, desde Fraga, encarna un galleguismo articulado con la política española, pero galleguismo al fin y al cabo. Mientras que en Euskadi, el empuje independentista de Bildu no ha hecho fluctuar al PNV, que ha buscado en su vasquismo moderado ganar una vez más. Son partidos que, como Convergència a partir del momento de la desaparición de Centristes de Catalunya, unían nacionalistas con catalanistas moderados. La fórmula se repite con éxito 40 años después.
- El PSOE se revela incapaz de integrar los votos perdidos por Podemos. No paga los costes de la pandemia, pero tampoco gana los beneficios de las ayudas. Ha ganado un diputado en el País Vasco y se mantiene igual en Galicia. En ambos territorios son una fuerza de segundo nivel.
- El PP hace un «más difícil todavía», ya que pierde y gana a la vez. El resultado abrumador de Galicia contrasta con la gran derrota sufrida en el País Vasco y la alianza con Cs.
- Pierde la familia Iglesias y Colau, que fue a cerrar la campaña electoral en Galicia. La derrota es tan espectacular que, si en un futuro cayera Barcelona, la familia Iglesias quedaría reducida a un partido madrileño.
- Gana el independentismo enragee de Bildu y el BNG, que se convierten en teórica alternativa de gobierno. El eje de estos dos partidos y ERC dibuja una fuerza potente que puede condicionar el gobierno de coalición español.
- El resultado abre la puerta a la incertidumbre sobre con quién se pactará el presupuesto español, si con el eje mejor visto por Bruselas de Ciudadanos y PNV y la aquiescencia de Podemos, que sumará así una nueva renuncia, o el alineamiento con el bloque del independentista de ERC, con todo el riesgo que significaría para una parte del votante socialista, refractario a los independentistas.
- Parece claro que, en momentos de incertidumbre como los provocados por la pandemia, los ciudadanos tienden para optar por lo que es más seguro, razonable y les garantiza una gobernanza de gestión sin grandes aventuras. Es precisamente lo que no ofrecen los partidos independentistas catalanes.
- Las expectativas de remontada de Cs no se han verificado. Su presencia en Galicia es insignificante. Y la alianza con el PP se ha saldado con un fracaso en votos e incluso ha dado lugar a la entrada de Vox por Álava, que era un feudo tradicional del PP.