Catalunya: “Somos 7’5 millones”. Instantáneas de una realidad desastrosa

La Generalitat ha puesto en marcha una campaña prácticamente calcada a la que en su momento desplegó el expresidente Jordi Pujol y que alcanzó una gran notoriedad. Se llamaba “Som 6 Milions”, y su argumentación publicitaria consistía en presentar datos comparativos de signo positivo que mostraban como Catalunya destacaba en el contexto español y europeo. Era de aquellas ideas que se pueden explotar una vez porque hacen fácil la contracampaña seleccionando los datos negativos de la misma realidad catalana. En el caso del gobierno Torra, hay que decir que su equipo debe estar en crisis de creatividad al utilizar un recurso bien conocido del Pujolismo, en una época que, a diferencia de aquella, ni la Generalitat es una novedad para los catalanes, ni su gestión resulta mínimamente aceptable. Y es que cuando un gobierno se dedica a inaugurar una estación de metro, solo una, quiere decir que algo grave está ocurriendo.

som 6 milions

Sin necesidad de acudir a balances exhaustivos, solo con los datos de los últimos días, es evidente que las cosas marchan mal para Cataluña. Constatémoslo.

  • La incapacidad política para aprobar el presupuesto de 2019 lleva al país a la insólita situación de alcanzar el 2020 con el presupuesto del 2017, puesto que el año pasado ya fue también un ejercicio prorrogado. El daño, los recursos perdidos, a los que se añaden los derivados de la no aprobación de los presupuestos del estado, superan los 4000 millones de euros. No solo eso, en los últimos siete años se han producido cuatro prórrogas presupuestarias.
  • La parálisis de los organismos públicos catalanes. Por falta de acuerdo, en algunos casos, incluso en la mayoría de gobierno, hasta 108 organismos públicos dependientes de la Generalitat tienen cargos de responsabilidad por cubrir, o bien son ejercidos por personas a las que se les ha terminado su mandato. Y no se trata solo de la cifra total, sino de la importancia de muchas de estas instancias institucionales. Por ejemplo, el CONCA, el órgano que debería ser la base de la política cultural catalana solo tiene 3 de los 7 miembros y no puede adoptar acuerdo. Unos organismos tan decisivos como el Consell de Garantias Estatutàries, el Consell de la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals, el Consell de l’Audiovisual de Catalunya, el Consell Fiscal de Catalunya, L’Agència Catalana de Protecció Social, incluso el Síndic de Greuges, deben ser renovados, pero la parálisis institucional lo impide. Incluso hay el caso extremo de un organismo colegiado decisivo, nacido de la ley de Transparencia, que ni siquiera se ha creado. La Generalitat es una institución incapaz de gobernar sus propias instancias.
  • La Valoración de la sanidad pública por parte de los usuarios es de las peores de España. El 67% considera que funciona bien o bastante bien, un porcentaje que queda muy lejos de las cifras superiores al 80% de Asturias, País Vasco y Navarra, y que también se encuentra por debajo de la media española del 68%. Solo Andalucía y Canarias presentan peores registros. Catalunya antepenúltima en satisfacción por su sanidad. Este es el resultado.
  • Y si en el caso anterior se está en la cola, en otro ranquin ocupa el primer lugar. Se trata de los desahucios por alquileres, con 8.877 en 2018. La comunidad que nos sigue, Madrid, se queda solo en 5.157. Se ocupa el segundo lugar en desahucios hipotecarios, con 3.778, solo superados por Andalucía con 4.082. En total, en Catalunya se produjeron más de 12.500 desahucios por uno u otro motivo. El más cercano en cifras globales, Andalucía, se sitúa en 9000, con más población, Madrid, queda lejos, con algo más de 6000, la mitad que Cataluña.
  • Existen más datos que señalan el deterioro social, alguno tan grave como la segregación escolar en términos de renta de los padres. Según publicaba El País el 27 de enero, con datos del estudio de Murillo F y Martínez Garrido, Catalunya es el que presenta un peor índice de segregación escolar por causas socioeconómicas solo superado por Madrid.

Somos 7’5 millones, sí, pero cada vez peor

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