Bruselas teme que un enfrentamiento con los países del este, capitaneados por Polonia y Hungría, conduzca a un choque más amplio que ponga en peligro la propia Unión Europea.
Los detractores de los partidos PiS (Ley y Justicia) y Fidesz, respectivamente al gobierno de Varsovia y Budapest, temen desde hace tiempo que sus políticas los alejen del estado de derecho y la libertad de prensa. Sus partidarios las consideran necesarias para proteger su soberanía e identidad, evitando que sus países entren en la «decadencia» en que se encuentran los socios europeos del oeste.
La situación de la Comisión Europea no es fácil: por un lado, tal y como el antiguo presidente Jean-Claude Juncker afirmaba, hay ciertos principios que todo estado miembro de la UE debe comprometerse a respetar bajo pena de sanciones.
Pero, por otro lado, si Bruselas resulta demasiado agressiva, podría iniciar un enfrentamiento abierto con las fuerzas políticas del húngaro Viktor Orban y del polaco Jaroslaw Kacynski, que han obtenido recientemente una serie de victorias abrumadoras en las urnas.
El asunto podría convertirse en una lucha entre los partidarios de la UE y los defensores de la soberanía nacional. Un escenario en que los primeros tienen las de perder.
Además, la formación de la Comisión de la conservadora Ursula von der Leyen el pasado verano con un margen estrechísimo de nueve votos fue posible precisamente gracias a los de Fidesz y PiS. El ejecutivo de la UE debe mucho a los gobiernos polaco y húngaro.
Von der Leyen visitó Varsovia poco después de ser elegida presidenta, donde procuró subrayar los puntos comunes que unen Bruselas con el ejecutivo polaco.
Meses después, el denominado Grupo de Visegrad, capitaneado por Polonia y Hungría, recibió carteras importantes en la constitución del colegio de comisarios, el equivalente al consejo de ministros de la UE. Polonia se hizo con Agricultura, Hungría con Ampliación, la República Checa con Transparencia, y Eslovaquia con la vicepresidencia de Relaciones institucionales.
La brecha este-oeste no deja de ampliarse
La estrategia política de la nueva presidenta de la Comisión pasa, pues, por intentar reunir a los países europeos en lo que les une y navegar las diferencias cada vez más grandes que separan los países del oeste de los del este.
Los primeros reprochan a los segundos que están dejando morir la democracia en sus países mediante políticas nacionalistas o contrarias al estado de derecho. Las capitales del este critican la vez a las del oeste que lo que ellas están dejando morir son sus valores tradicionales y su identidad mediante, entre otros, la inmigración en masa combinada con la falta de políticas de natalidad y la promoción de la ideología de género.
Más de 60 años después del inicio de la integración europea, nunca había habido tanta distancia en tantos aspectos fundamentales entre los socios europeos. Una distancia que se hace en esta ocasión aún más importante si se tiene en cuenta la configuración de dos bloques geográficos de países, uno en el oeste y otro al este. Bloques que, por otro lado, se corresponden con el de los socios históricos y más ricos por un lado y el de los antiguos regímenes socialistas por el otro.