Se habla mucho de las fake news como un problema grave, pero se dice muy poco de los despropósitos, tergiversaciones y errores, si son tales, de los grandes medios de comunicación.
He aquí algunos ejemplos de este pasado fin de semana:
El Periódico de Cataluña publicaba un amplio reportaje en dos páginas con multitud de gráficos y tablas, firmado por Carles Cols, un periodista de toda la vida de este diario. El título era llamativo “El catolicismo se desploma en Barcelona” y venía adornado, ésta es la palabra, con multitud de gráficos que querían conducir a esta conclusión, además del singular redactado del periodista.
El problema es que las cifras de estos gráficos, cuatro en concreto, eran perfectamente incoherentes en sí mismas. Por ejemplo, en un sitio se indicaba que los ateos, agnósticos y no-creyentes eran el 53,6% , pero en la página siguiente otro gráfico de formato diferente los reducía al 48,6% . Por si fuera poco esta sustanciosa diferencia, el detalle que presentaba según la edad y según el distrito todavía difería más de las cifras indicadas.
En la división por distritos se podía observar que la magnitud máxima de ateos, agnósticos y no creyentes se daba en Gràcia con el 34%. Es evidente que si éste era el máximo, difícilmente el valor medio de Barcelona podía estar por encima de esa cifra, como indicaban las magnitudes anteriores referidas. Y si de esa consideración se pasaba a las franjas por edades, resultaba que el máximo se daba a la de 18-24 años, que sólo alcanzaba el 33%.
Algo parecido sucedía con los católicos. Por un lado, en uno de los gráficos señalaba que eran el 34,4% , pero en otro gráfico esta cifra se elevaba hasta el 40,6%. No contentos con ello, si se examinaba por distritos, el mínimo de católicos se daba en Gràcia y el Poble Sec con el 42-43%. Es imposible con este mínimo que la media esté por debajo de él, más cuando en el mayor distrito de Barcelona, el Eixample, significaban el 52%, Les Corts el 63% y Sarrià-Sant Gervasi el 65%.
Si de esta observación se pasa a la distribución por franjas de edad, ocurre algo parecido. La simple media aritmética es del 45.5%, pero como los grupos con más población son los de mayor edad, y éstos señalan cifras de católicos practicantes del 59% entre los de 55 años en adelante y del 75% en los de 65 años y más años, no es necesario ser un experto matemático para determinar que la media debería claramente superar el 50% , y situarse en una magnitud cercana a la del conjunto de Cataluña, que según el CEO es del 56%.
Y del cuantitativo al cualitativo. Márian Martínez-Bascuñán, jefe de opinión de El País, señalaba unas frases de Zemmour, el polémico candidato de extrema derecha en Francia. Eran estas: “Una Europa que arranca sus propias raíces, que borra su propia historia, que en modo alguno se identifica con la civilización de la que proviene”. Estas ideas Martínez-Bascuñán las calificaba de «peligrosas» y decía que «le recordaban el ataque al liberalismo de Putin en su famoso discurso en Sochi».
He aquí que creer que Europa tiene unas raíces, una historia propia y una civilización con la que se identifica o debería identificarse, pasa a ser para quien dirige la opinión de El País, una manifestación peligrosa y uno ataque al liberalismo. Si el liberalismo parte de esos criterios, poco liberal será.
Y por si fuera poco, este mismo diario, El País, en su suplemento semanal de este domingo y en la portada dedicaba 9 páginas a la “La nueva revolución menstrual” en el que detallaba cómo el activismo menstrual (sic) era literalmente un acto revolucionario, y en consecuencia también poseedora de una potente dimensión política. Ya lo saben, y es que el desenfreno emprendido hacia las identidades que tienen su origen en la percepción perfectiva del sexo, es irrefrenable. Ahora, a todas las que ya existen, según El País Semanal habrá que añadir la bandera de la menstruación.