Benjamin Franklin, uno de los padres de la constitución de EEUU, dijo en su día una frase que hoy tiene una gran actualidad: «Un pueblo dispuesto a sacrificar la libertad, para ganar más seguridad, no merece ni lo uno ni lo otro, y acabará perdiendo ambas».
Hemos visto hace unos días, una sucia maniobra de espionaje digital, que pone de manifiesto que vivir conectados, hace que demos y recibamos información de forma rápida y barata, pero al mismo tiempo y sin darnos cuenta, dejamos nuestras huellas en la red . Éstas serán analizadas y clasificadas por una especie de «Big Brother» que con esta información conocerá mejor que es lo que nos gusta y lo que no, que deseamos, cómo pensamos, cuál es nuestra opción política, etc. Y vemos como una especie de alianza entre los estados, los aparatos militares de seguridad, y las grandes industrias de internet, que actúan como propietarios de esa información, y la ciudadanía lo ve como un desafío a sus derechos cívicos de privacidad, y una seria amenaza contra la democracia.
Pero, también, la comunicación digital de la que somos cada vez más adictos, nos resta capacidad para la comunicación real, el cara a cara, el tú a tú. Sorprende ver a un chico y una chica, que están juntos, pero cada uno, mirando la pantalla de su móvil. Yo no sé si éste será el futuro de nuestra comunicación, quizás aumentará la rapidez y la eficacia, pero evidentemente nos restará la ternura cálida y confortable de la proximidad física, esa mirada, esa sonrisa, ese abrazo, esa caricia.
Los avances tecnológicos, bienvenidos sean. Aprovechemos de ellos todo lo que nos facilita la vida. Pero estemos alerta de no caer en lo que sería una auténtica adicción.
Decía en su columna la Hermana Victòria Molins, gran observadora de la realidad, que «en el metro todo el mundo estaba pendiente de la pantalla del móvil …nadie hablaba con nadie”. Todos podemos dar fe, que la realidad es así. Es cierto que por la red, recibimos mensajes preciosos, y también otros que son pura banalidad, aquí hay que saber elegir el grano de la paja, para ver que es fundamental y que es hojarasca.
Fundamental será siempre lo que nos acerca a los demás, será generar espacios de plena confianza, tanto personal como colectiva. Veremos que cuando hay confianza plena, no es necesario espiar a nadie. Se espía aquello en que se desconfía, como comentábamos y hemos podido ver en el caso «Pegasus», un software infiltrado en los móviles para espiar a los ciudadanos, y que Citizen Lab, vinculado a la Universidad de Toronto, ha destapado este vergonzoso caso, que afecta gravemente a España.
El mundo del futuro no debería ir por ese camino, sino por caminos de confianza, para generar espacios de entendimiento y de diálogo, para aprender a tratar de forma positiva, tanto a los que piensan como nosotros, como los que piensan diferente. El que piensa distinto no debe ser visto como el enemigo, sino como ese amigo que tiene otras convicciones.
La realidad es que todavía estamos muy lejos de esta situación, pero habrá que trabajar incansablemente en esa dirección. Construir un futuro en el que se trabaje a favor del entendimiento y el pacto, especialmente en el mundo de la política, donde el enfrentamiento sea visto como mala política, y la colaboración como buena política.
Que a menudo se tendrá que bajar el listón de los objetivos, seguramente. Deberemos aprender a erradicar el método de que la victoria de unos sea la derrota de otros, para llegar a conseguir la satisfacción de todos, aunque haya que bajar el nivel de las apetencias.
Los avances tecnológicos, bienvenidos sean. Aprovechemos de ellos todo lo que nos facilita la vida. Pero estemos alerta de no caer en lo que sería una auténtica adicción Share on X