Un año más de Sánchez… y quiere llegar al 2031 como mínimo

Esta frase, aparentemente hiperbólica, resume una percepción: Pedro Sánchez considera que el fin de toda política es eternizarse en el poder. Cree que el único juicio válido sobre qué hace y lo que deja de hacer es el suyo, y que este siempre es altamente favorable, es una evidencia. Y que todo lo que discrepa de este diagnóstico forma parte automáticamente de la “fachoesfera”, esto no deja de mencionarlo, como volvió a hacer ayer en su comparecencia para “valorar” formalmente la legislatura reciente.

En realidad, lo que ofreció fue una inyección en vena de autoelogios y descalificaciones ad hominem contra la oposición —especialmente el PP— confirmando lo que refleja una reciente encuesta sobre la grave polarización de la sociedad española, que señala que los dos grandes polarizadores del país son Santiago Abascal y él mismo.

Lo grave no es que Sánchez defienda este relato, sino que realmente se lo cree. Esto revela una distorsión de la realidad peligrosa para nuestro presente y para el futuro próximo.

Pensiones: un éxito sin sostenibilidad real

Sánchez puso las pensiones como uno de los grandes «logros» de su mandato. Pero la realidad macroeconómica muestra una tendencia preocupante. El déficit del sistema contributivo de pensiones se aproxima a los 60.000 millones de euros, aproximadamente un 3,8% del PIB, y para 2025 se prevé que llegue a los 62.476 millones de euros, un 4% del PIB, ¡dos décimas más en un solo año!

Esto no son cifras abstractas: lo pagamos con impuestos hoy y con endeudamiento mañana. Si no se hace una reforma profunda y estructural del sistema, este déficit podría situarse entre el 5% y el 6% del PIB en 2040, una magnitud prácticamente inalcanzable que pone en cuestión la sostenibilidad de las pensiones de las generaciones que ahora trabajan.

La paradoja es brutal: Sánchez exhibe el aumento de pensiones como triunfo social, pero su trayectoria fiscal y económica deja un saldo insostenible. Y ese déficit no es solo numérico: es una burbuja de futuro que explotará sobre los trabajadores y la clase media baja, sobre los que ahora están pagando a la Seguridad Social pensando que se aseguran el futuro.

Salario Mínimo Interprofesional: victoria legislativa, problema económico

La subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) ha sido uno de los puntos más destacados de la política social del gobierno. El SMI ha subido sustancialmente: más del 50% en los últimos años, alcanzando los 1.184 euros al mes en 14 pagas en 2025, o 15.120 euros brutos anuales en 2023. Este crecimiento responde a un objetivo social: acercar el SMI al 60% del salario medio, reduciendo la brecha salarial entre la parte inferior y la media de la pirámide de remuneraciones.

Pero hoy esa subida sostenida ha dado lugar a un fenómeno económico preocupante: la compresión salarial.

La compresión salarial: qué es y por qué importa

La compresión salarial se produce cuando el salario mínimo se aproxima al salario más frecuente (salario modal). Este hecho, que podría parecer positivo a primera vista, es en realidad una señal de estancamiento o deterioro en la parte media de la distribución de salarios.

Según análisis basados ​​en la Encuesta de Estructura Salarial del INE, la brecha entre el salario mínimo y el salario modal ha pasado del 43% en 2018 a reducirse dramáticamente hasta el 3% en 2023. Esto significa que la distribución salarial ha dejado de expandirse por la parte media, con un aumento real casi nulo o incluso negativo en los salarios que percibe la mayoría de trabajadores.

¿Por qué es tan alarmante?

Cuando el salario que cobran la mayor parte de los trabajadores no crece en términos reales, esto indica que el aumento de los salarios no proviene de un crecimiento productivo o de productividad, sino de la acción reguladora por decreto del salario mínimo. En otras palabras, el SMI se ha convertido más en un techo que en un verdadero motor de elevación salarial, especialmente para los trabajadores con baja o media cualificación y para las pequeñas y medianas empresas que no pueden trasladar los costes laborales a los precios.

El resultado es claro: mientras el SMI sube, el salario modal se estanca o cae en términos reales, lo que erosiona la base económica de la clase media baja.

Más trabajadores afectados: una tendencia estructural

Los datos muestran que el porcentaje de trabajadores con salarios en los tramos más bajos ha crecido. Hace unos años, el impacto del SMI afectaba aproximadamente a un 7-8% de los trabajadores. Hoy, si se incluyen los salarios alrededor del 125% del SMI, esta incidencia podría situarse entre el 10% y el 20% o más. Esto significa que trabajadores con cierta experiencia o calificación que antes estaban por encima de los mínimos salariales se ven atrapados ahora en una estructura salarial comprimida.

En resumen, la subida del SMI ha sido una victoria en la lucha contra la pobreza laboral, pero su convergencia con el salario modal indica que el crecimiento salarial real solo se produce por decreto, no por una política económica robusta basada en productividad y competitividad.

El gráfico que dice más que mil palabras

Un gráfico publicado por El Confidencial con el título “Ciclo económico y pobreza material” sintetiza esta realidad con datos contundentes. Se muestran indicadores de pobreza o privación material subjetiva medidos según cuántos elementos básicos no puede permitirse una persona o un hogar. Estos datos forman parte de las estadísticas oficiales de la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) del Instituto Nacional de Estadística (INE) y se utilizan también en informes sobre pobreza y exclusión social.

Las categorías son:
  • Carencia en 2 conceptos: hogares que no pueden permitirse al menos 2 de los bienes o servicios considerados básicos.
  • Carencia en 3 conceptos: hogares carentes de 3 de estos elementos.
  • Carencia en 4 conceptos: hogares que no pueden permitirse 4 o más de estos bienes, lo que se identifica como carencia material extrema.

Estos conceptos incluyen:

• No poder ir de vacaciones una semana al año.
• No poder permitirse una comida de carne/pollo/pescado cada dos días.
• No poder mantener la vivienda a una temperatura adecuada.
• No poder afrontar gastos imprevistos.
• Haber tenido retraso en pagos de vivienda o compras a plazos.
• No poder tener coche, teléfono, televisor o lavadora.

Y son precisamente estas carencias las que han crecido ahora en un grado comparable o superior al que se vio durante el período de crisis que empezó en 2008 y duró hasta 2014.

Aunque ahora existe un notable grado de ocupación, las carencias materiales siguen aumentando. Es lo que se ha llamado: «pobres que trabajan», es decir, trabajadores atrapados en salarios bajos, con una compresión salarial que limita la retribución real y genera una polarización social creciente.

Conclusión: Sánchez, crisis y polarización real

Pedro Sánchez es mucho más que un caso de polémica y corrupción política: su gestión económica y social tiene impactos reales y mensurables muy negativos en la vida de millones de ciudadanos.

Mientras el Ibex 35 bate récords y alcanza cotas insólitas, como los 17.000 puntos, la realidad social en el terreno salarial y de carencias materiales empeora. Es la paradoja de una economía dividida: los mercados en alza, pero la base social en retroceso.

Y si esto es demagogia, en todo caso es la demagogia de los hechos.

Más trabajadores en el tramo bajo salarial y menos poder adquisitivo. #ClaseMedia #PrecariedadLaboral Compartir en X

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