«La Cina e vicina» es una expresión que quiere significar la proximidad de un peligro y replica el título de un filme de 1967 del director Marco Bellocchio que al mismo tiempo adopta el título de un libro escrito en 1957 por Enrico Emanuelli.
Más que nunca, hoy China está próxima, en el peor sentido del término, a Europa en el sentido de un vecino peligroso. Peor que bien los medios de comunicación de España, y Cataluña no es una excepción, más bien al contrario, han maltratado la propuesta de paz formulada por este país esforzándose, no a informar sobre lo que dice sino, a desprestigiarlo sin terminar de explicar sus contenidos.
De esta forma, una vez más, no hacen otra cosa que repetir miméticamente las posiciones del departamento de estado de EE.UU. y de la CE. De hecho, entre la docena de diarios más leídos de España solo uno, el Diario de Sevilla, publicaba en portada un titular que concordaba con algunos de los aspectos interesantes del plan propuesto: “China prepara un plan de paz para Ucrania que salva la integridad territorial”. De hecho, ese país en guerra ha sido mucho más receptivo a la propuesta de Pekín que los teóricamente buscadores de la paz de la UE, quizás porque los ucranianos son los que dan la cara y sufren la destrucción.
En realidad lo que hace este plan de paz es situar a China como uno de los protagonistas del conflicto de modo que su resolución no pase sólo por Rusia, Ucrania, la UE y EEUU, sino que tenga a esa otra gran potencia sentada en la mesa. Un papel que también pretende Turquía, pero que no tiene ni de lejos el potencial económico y militar de China.
La realidad cruda y dura que Europa no quiere ver es que el régimen chino nunca dejará caer a Rusia por la sencilla razón de que comparten un frente común hacia occidente y una estrategia conjunta dirigida a conseguir que el Sur global, que es más una expresión política que geográfica, se alinee con ellos contra la hegemonía occidental liderada por EE.UU. Lo que ocurre es que la economía china es mucho más abierta al comercio internacional que la rusa y eso explica las diferencias y matices entre ambas posiciones. Pero estos matices no cambian el fondo de la cuestión: su alianza objetiva. Y aquí, como siempre, deben sopesarse dos posibilidades. La de que China acabe cediendo y deje sola a Rusia , o que aumente su apoyo incluidos aspectos militares.
¿Qué es lo más probable? En este contexto, la posición que expresa, por ejemplo, Frans Timmermans, vicepresidente ejecutivo de la CE por el partido de los socialistas europeos y miembro del partido socialista holandés, define lo que es una forma de pensar peligrosa. Dice: “Putin no va a ganar esta guerra. De hecho, ya le ha perdido. Pero podría prolongarse o crear un conflicto semicongelado si Ucrania se ve privada de lo que necesita para expulsar a las fuerzas rusas. Para que cualquier paz dure, debe ser justa y para ser justa debe respetar las fronteras internacionales de Ucrania. Su democracia, su condición de estado y su derecho a elegir su propio destino. Lo que nos dice la socialdemocracia europea es que el único camino que existe es rearmar y rearmar a Ucrania hasta que consiga expulsar a las tropas rusas de todas partes, incluso de Crimea”.
Una vez hecha la frase, es necesario reflexionar sobre lo que nos está diciendo. ¿Qué capacidad militar significa esto? ¿Ucrania tiene potencial para alcanzar este hito por rearmada que esté? En esta segunda cuestión, la respuesta la tendremos en breve, porque vendrá determinada por el éxito o fracaso de la contraofensiva del ejército ucraniano para romper la conexión territorial entre los territorios orientales ocupados por Rusia y Crimea.
Y como siempre va a quedar en pie la tercera cuestión. ¿Qué haría Rusia si se viera empujada a una derrota total? Y este tercer problema se agrava cuando desde la UE se realizan afirmaciones como la que “la desintoxicación de la nación rusa puede tomar una generación y el resultado está lejos de ser asegurado».
Es evidente que con estos planteamientos sólo se garantiza por una u otra razón la inestabilidad y conflicto, como ya hemos vivido en el caso de Irak, Libia, Siria donde el esfuerzo bélico “preventivo” utilizado por EEUU y occidente ha tenido como finalidad «desintoxicar» a aquellos países. Los resultados son el desastre que hoy se vive en toda esa zona.
Habermas pide abrir negociación para evitar que una guerra larga se cobre aún más víctimas y destrucción y acabe en la disyuntiva desesperada de tener que intervenir más activamente en el conflicto o dejar Ucrania a su suerte para no desencadenar la I Guerra Mundial nuclear . Está claro que existe una opción intermedia, ya apuntada: la congelación del conflicto con un país absolutamente destruido y tensionado por un enemigo que sigue a sus puertas.
La respuesta a todos estos interrogantes no puede ser sólo o principalmente la mejora en cantidad y calidad del armamento que se entrega a Kiev, porque esta acción alcanza una dinámica propia que nos empuja, casi sin darnos cuenta, a una nueva guerra global. No decimos nada nuevo. No hay más que recordar el precedente de la I Guerra Mundial.