En un extenso artículo publicado en El País del domingo 19 de febrero, Jürgen Habermas se ha manifestado a favor de las negociaciones de paz en Ucrania.
Señala cómo una actitud belicista de una opinión publicada casi sin fisuras, deja sin palabras a una gran parte de la población que no comparte este punto de vista, porque se opone o tiene dudas. Sus razones no aparecen y no son escuchadas.
Prosigue Habermas: “parece que todo el argumento se sitúa en torno a la necesidad de derrotar a Rusia, como decía el ministro de Asuntos Exteriores de Lituania, debemos vencer el miedo a querer derrotar a Rusia, sin detenernos ni un solo instante a preguntarnos qué entendemos y en qué consiste la victoria”.
Una vez más, ha desaparecido la memoria histórica europea.
La cuestión es, si se trata de una victoria como la que se consiguió ante Alemania en 1919, que solamente fue el prólogo de un régimen tan terrible como el nazismo y de la segunda gran Guerra Mundial, que terminó por triturar aquello que el primer conflicto bélico había dejado maltrecho pero en pie de Europa.
Lo que se está impulsando en todos los países europeos es simplemente el rearme. Pero, ¿por qué? Si el Ejército ruso ha fracasado reiteradamente en superar a unas Fuerzas Armadas claramente inferiores como son las ucranianas, ¿cómo la Unión Europea y la OTAN pueden temer una agresión rusa, que en ningún caso se producirá porque sería detenida y destruida en poco tiempo?
El poder de Rusia radica en dos puntos:
Su capacidad nuclear, tanto táctica para escenarios más o menos inmediatos, como la estratégica para ámbitos intercontinentales.
El otro poder es su extensión territorial, que le confiere, junto con el clima, una capacidad defensiva única en el mundo.
Pero claro, nadie quiere invadir Rusia y por este lado no hay problema; por la vertiente nuclear, claro que lo hay y grande. Es un factor, que se quiera o no, forma parte de la ecuación, porque si Rusia pierde o está a punto de hacerlo, es posible que utilice sus armas nucleares. Quizá no las de largo alcance, las que pueden afectar a Estados Unidos y recibir una respuesta, pero sí las que puedan desplegarse en la propia Ucrania o incluso en algún escenario europeo, quedando entonces la respuesta en manos de la limitada fuerza de disuasión francesa.
Solo imaginarlo, ya define un escenario terrible de consecuencias absolutamente abrumadoras. Si las dos primeras guerras mundiales destruyeron gran parte de lo que era la civilización europea y ahora vivimos de sus rescoldos, más o menos reconstituidos, un conflicto como el descrito simplemente destruiría para siempre a Europa. Esto es también lo que está en juego.
La petición continuada de Ucrania de armas de mayor alcance y capacidad, primero los tanques Leopard, después aviones, misiles de mayor alcance, buques de guerra y submarinos, ¿es un camino que conduce a dónde?
Al mismo tiempo, Ucrania está siendo destruida de una forma importante en sus infraestructuras, ciudades, producción de energía, industrias. Solo el ferrocarril parece quedar fuera de los objetivos rusos. No se sabe cuántos muertos se han producido, pero todas las previsiones señalan que oscilarán entre los 50.000 y los 100.000 muertos, además de los heridos, básicamente militares, pero también civiles, para una población de poco más de 40 millones de habitantes. Serán, sobre todo, hombres jóvenes que son los que ocupan su papel en el frente. Es una sangría extraordinaria. Para equipararla a las bajas rusas, estas deberían ser más del triple.
¿cómo la Unión Europea y la OTAN pueden temer una agresión rusa, que en ningún caso se producirá porque sería detenida y destruida en poco tiempo? Share on X