Hace unos seis meses, las fuerzas armadas ucranianas llevaron a cabo una ofensiva sorpresa en la región rusa de Kursk, ocupando más de mil kilómetros cuadrados de territorio.
La operación fue entonces duramente criticada por determinados sectores militares ucranianos, aduciendo un desperdicio de recursos que serían más útiles para frenar el lento, pero inexorable avance ruso en el Donbás, donde las fuerzas ucranianas sufren un desgaste constante.
Para el presidente ucraniano Volodímir Zelenski y el estado mayor de las fuerzas armadas, sin embargo, la ofensiva ha merecido la pena porque Rusia habría sufrido 40.000 bajas, incluyendo 16.000 muertes, intentando recuperar el territorio perdido. Lo que habría reducido su capacidad de embate en el frente del Donbás.
Además de este factor militar, el territorio ruso que Ucrania ha logrado hasta ahora conservar puede ser una pieza clave en la mesa de negociaciones, que se anuncia cada vez más cercana.
Según Zelenski, la resistencia a Kursk diezmó a las tropas norcoreanas que acudieron a reforzar la ofensiva rusa (se habla de 4.000 muertos, con la fuerza total de 12.000 hombres ya fuera de combate) y sigue actuando como un imán que mantiene a 60.000 soldados rusos alejados de Ucrania.
Aunque en un primer momento, Rusia no envió refuerzos sustanciales a Kursk, sí que en los últimos meses se ha detectado el traslado de unidades desde el frente del Donbás hacia la región para sumarse al esfuerzo de expulsar a los ucranianos.
Sin embargo, se estima que Ucrania también ha pagado un precio humano muy elevado para conservar el territorio ocupado, perdiendo cientos de soldados y debiendo retroceder hasta un reducido perímetro de unos 500 kilómetros cuadrados.
Ucrania ha perdido a numerosos militares entre sus unidades de élite, que fueron masivamente empleadas en la ofensiva en Kursk, así como parte de su material militar más moderno proveniente de los socios occidentales.
Las pérdidas humanas son especialmente graves, ya que son difícilmente sustituibles. El país no está logrando generar nuevas fuerzas al ritmo esperado bajo el plan de movilización general reforzada aprobado la pasada primavera.
Que la posición ucraniana se ha ido degradando en los últimos meses lo dejó en evidencia el propio Volodímir Zelenski cuando el 4 de febrero afirmó públicamente estar dispuesto a mantener conversaciones directas con el presidente ruso Vladimir Putin. Es más, Zelenski admitió también que probablemente Ucrania no recuperaría todo el territorio actualmente ocupado por Rusia.
Hasta ahora, Putin no ha reconocido la legitimidad de Zelenski como interlocutor en la mesa de negociaciones. Pero esto podría cambiar en las próximas semanas, en buena parte gracias a la presión que el presidente estadounidense Donald Trump ha amenazado con aplicar en Rusia mediante una nueva campaña de sanciones masivas si no se aviene a sentarse con el mandatario ucraniano.
