El gobierno español no goza de una buena imagen internacional por la forma en que ha abordado y resuelto la pandemia, a diferencia de Grecia y Portugal. Y este hecho perjudicará gravemente al turismo. Lo peor de todo es que sigue en esta línea que ciertamente no ayuda.
Por un lado, es el país que más prolonga el cierre de fronteras hasta el 1 de julio. Esta decisión podría ser vista como la actitud de un gobierno prudente, pero tal posibilidad queda dañada por el desorden que preside la información oficial sobre el Covid-19. Hay incertidumbre en el número de casos que se han producido. Ahora mismo se han incorporado de golpe unos cuantos miles que hasta ahora no habían sido contabilizados. También se mueve continuamente la fecha en la que la pandemia se transformó en un hecho local y ahora ya se retrocede incluso al mes de enero, lo que pone en evidencia la calidad de la red de detección epidemiológica española y la capacidad del gobierno para alertar de la situación en cada momento. Pero, posiblemente, el escándalo mayor sea el relacionado con la cifra de muertos. Hace días que está clavada en poco más de 27.000 muertos, cuando varias fuentes, el sistema MoMo, el INE y el control de defunciones de las empresas funerarias, lo sitúan por encima de los 40.000. Y todo ello con el agravante de que como ha sido uno de los países con más vías de confinamiento severo, nuestras previsiones económicas son de las peores del mundo.
El turismo necesita la imagen de un país seguro, fiable y previsible, y desgraciadamente no es el caso. Ahora mismo la desescalada se está produciendo a ciegas por falta de suficientes diagnósticos PCR. Y quedamos en manos de los brotes que se pueden producir y que ya han explotado, como son los casos de Lleida, el País Vasco o Santander. Se controlan, evidentemente, pero prolongan la imagen de un país que no logra limpiarse del coronavirus.
Con los PCR sucede ahora lo mismo que con las mascarillas al inicio de la pandemia. Las voces oficiales, incluidas personal médico, las desaconsejaban y han acabado siendo obligatorias. Ahora a saber por qué en lugar de ir a un masivo diagnóstico por PCR, se considera que ir haciendo ya está bien. Un especialista reconocido como es el doctor Antoni Trilla consideraba en un artículo en La Vanguardia del 3 de junio que era una exageración poco eficiente que Wuhan hubiera hecho en pocos días 6 millones de PCR, que le habrían servido para detectar 200 casos asintomáticos. Posiblemente aplicar la medida al 100% de la población es excesivo, pero en todo caso ha servido para identificar el problema más grande que complicará la desescalada: los portadores que no sufren síntomas. Y en este caso, entre pecar por exceso o por defecto, es mejor pasarse de mucho que no llegar.
Wuhan es un territorio donde la pandemia ha sido prácticamente erradicada, y a pesar de ello se han detectado 200 casos asintomáticos. ¿Cuántos habrá circulando por Cataluña, si estamos en una situación mucho más difícil y tenemos una población similar? 500, 700, 1.500? Sencillamente no lo sabemos, pero son personas que, en cualquier momento, pueden generar nuevos focos. Si además coinciden con población joven, poco propensa al uso de la mascarilla y con intensas necesidades de socializar, salta a la vista que el problema está sobre la mesa y que todo es muy incierto.
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