Tesoros escondidos: Catalunya tierra de frontera

He visitado un territorio de frontera, una tierra de esas que aparecen en películas y series de inspiración medieval siendo la más reciente y conocida Juego de Tronos. Una tierra que se encuentra en Cataluña, pero que por algún motivo que no consigo descifrar siempre había dejado a un lado, siempre tierra de paso, nunca fin de viaje. Este territorio del que he podido descubrir una pequeña parte de su belleza y grandeza es  Segarra y Urgell, tesoros escondidos de Cataluña.

Pueblos completamente fortificados, monasterios que te acercan a la eternidad, castillos imponentes y en general, pueblos y ciudades que han ayudado decisivamente a la construcción de Catalunya y España.

Por ejemplo, el Monasterio de Sant Ramon Nonat, con una iglesia majestuosa y donde entre sus muros se encuentra uno de los santos y personajes más importantes de la historia catalana, Sant Ramon Nonat. Santo y monasterio de la orden de los Mercedarios que han traído de Catalunya al mundo la bandera de la entrega total por amor al Padre e incluso, si es necesario, dando la vida.

Otro ejemplo, Cervera, 1km de calle Mayor lleno de sorpresas que hacen que este kilómetro de subida no quieras que acabe. Inaugura la Universidad, continúan plazas y casas señoriales. Incluso se descubre que la Generalitat de Catalunya se fundó en 1359 en Cervera o que fue, en el mismo lugar, donde ciento diez años más tarde se firmaron las capitulaciones matrimoniales de los reyes católicos, hecho que algunos dicen que es el origen de España. Dos acontecimientos de relevancia incuestionable.

Y a pesar de todo lo que acabo de comentar, la visita la hemos hecho prácticamente solos. ¿Dónde estaban los exploradores, «pixapins» o quienes sencillamente paseaban? Solos ante el regalo que nuestros abuelos, bisabuelos, tatarabuelos… nos han dejado y ante monumentos que si estuvieran a miles de kilómetros de la tierra catalana, quizá habríamos tenido más suerte de compartir este regalo con otros catalanes.

Por otro lado, suerte que quienes construyeron estos pueblos y fortalezas lo hicieron pensando con los que vendríamos después, creando estructuras de una firmeza monumental, porque desgraciadamente, si fuera por el trabajo de mantenimiento de las administraciones actuales o más bien el no mantenimiento, ya haría tiempo que no las tendríamos entre nosotros por culpa de la dejadez de nuestros representantes públicos.

En definitiva, tenemos un territorio brutal, una historia de novela, pero ni las administraciones públicas ni los propios catalanes parecen tener demasiado interés en disfrutar de un regalo que no son cuatro piedras medio abandonadas, sino que son símbolos que ayudan a afrontar el futuro desde una perspectiva en la que la incertidumbre es vencida por la esperanza que caracteriza a una tierra de frontera.

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