Sanidad en Cataluña: el déficit que ahoga mientras se habla de “financiación singular”

La “financiación singular” de Cataluña —muy largo e improbable me lo fiáis— centra de nuevo toda la atención. Una vez más, como ha sucedido en tantas ocasiones, la presentación de unas perspectivas excesivas (esta vez por parte de ERC con la ayuda socialista), la falta de suficientes apoyos políticos —es una ley importante, como lo fue el Estatut—, el choque frontal con la otra parte (el PP), sin buscar el más mínimo acercamiento ni complicidad previa, y lo difícil del camino elegido, pueden desembocar en otra entrega de “Los Monty Python”, pero a pequeñas dosis.

El resultado final, después de más de una década, puede ser una mejora de unos pocos miles de millones, que la inflación acumulada desde que debía haberse reformado el sistema de financiación ya habrá devorado en su mayor parte. Algo que, por lo visto, nadie recuerda.

Pero la cuestión clave para los catalanes, más allá de los brindis al sol de la muleta de Sánchez con Rufián al mando, o del sol que nos alumbra desde Waterloo, es muy concreta y se llama déficit sanitario. Si esto no se resuelve ya —tan pronto como fue ayer— las finanzas catalanas, esto es, los servicios, y en especial los vitales relacionados con la salud, continuarán degradándose. Es una evidencia que solo una generación de ciegos voluntarios —o de nacimiento— parece incapaz de ver.

Constatémoslo:

El déficit anual de la sanidad catalana se sitúa en torno a los 3.000 millones de euros respecto al presupuesto oficial, según los últimos informes económicos y las declaraciones de las autoridades sanitarias. Organizaciones médicas y expertos como la Cambra de Comerç de Barcelona y Metges de Catalunya estiman un déficit estructural aún mayor: 5.450 millones anuales, lo que equivale a unos 715 € por habitante que se deja de invertir cada año en relación con el estándar europeo.

Otro dato que lo evidencia: el gasto sanitario ejecutado en 2024 alcanzó casi los 16.000 millones de euros, mientras que el presupuesto oficial era de 12.800 millones. Para 2025, el presupuesto solicitado ronda los 16.500 millones.

En definitiva, Cataluña necesita entre 3.000 y 4.000 millones de euros adicionales anuales para cubrir todas las necesidades del sistema de salud y alinearse con los países del entorno. Y debería alcanzar los 5.000 millones para ir francamente bien.

Hay una infrafinanciación crónica: Cataluña dedica cerca del 5,7 % de su PIB a sanidad y reclama elevar ese esfuerzo al 7 %, lo que exigiría inyectar entre 3.000 y 4.000 millones extra cada año. El envejecimiento de la población y el aumento de la demanda presionan aún más el presupuesto.

En cuanto al gasto per cápita, Cataluña figura a la cola de las comunidades autónomas: en 2025, el gasto es de 1.442 € por habitante, frente a la media estatal superior y regiones como Asturias, que alcanzan los 2.436 € por persona.

El crecimiento presupuestario del 3,2 % previsto para 2025 apenas aliviará la financiación de la sanidad catalana. Su impacto sobre la deuda estructural será limitado o incluso nulo, dadas las restricciones del nuevo marco fiscal, tanto estatal como europeo.

Ese 3,2 % solo permitirá absorber el aumento del coste de servicios, salarios y nuevas necesidades. No reducirá la deuda sanitaria acumulada ni cerrará la brecha de infrafinanciación de los últimos años.

El diseño de esta senda fiscal busca la sostenibilidad de la deuda pública a largo plazo, pero no resuelve déficits estructurales sectoriales. Así, la sanidad catalana evitará que su deuda aumente aún más, pero seguirá necesitando financiación extraordinaria o endeudamiento si la presión asistencial, el envejecimiento u otros factores hacen superar el límite presupuestario.

Una inversión estratégica: mucho más que gasto

Una mayor inversión bien dirigida en el sistema sanitario tendría un impacto directo, y a medio plazo, tanto en la salud de la población como en la economía y la cohesión social. Siempre, claro está, que vaya acompañada de reformas y planificación.

  1. Mejora de calidad y accesibilidad:
    Aumentar la inversión permite reforzar la atención primaria, reducir listas de espera, modernizar infraestructuras, retener talento sanitario y acceder a innovación tecnológica. Mejora así la equidad y calidad del servicio.
  2. Impulso económico y social:
    Elevar el gasto en sanidad al menos 2 puntos del PIB podría suponer un aumento del crecimiento medio anual del 0,25 %, y hasta un 4 % más de PIB en 2040, gracias a una mejor salud, más población activa y mayor productividad.
  3. Fortalecimiento de la cohesión social:
    Garantizar la equidad en el acceso a la sanidad reduce desigualdades sociales y territoriales, clave para la estabilidad y el bienestar.
  4. Sostenibilidad financiera a largo plazo:
    La inversión planificada reduce costes derivados de ineficiencias, mejora la prevención y limita el gasto futuro en enfermedades crónicas.
  5. Mayor resiliencia ante crisis:
    Sistemas sanitarios bien financiados responden mejor a pandemias, emergencias o cambios demográficos, minimizando impactos sociales y económicos.

Pero para que esto ocurra se requiere:

  • Una inversión estable y acompañada de reformas de gestión, digitalización, eficiencia y atención personalizada.
  • Planificación a largo plazo, más allá de los ciclos políticos.
  • Una política fiscal suficiente y eficiente que lo haga posible.

Desengáñense: si queremos resultados a corto plazo que garanticen una sanidad digna, hay un camino mucho más directo y eficaz que las quimeras de la “financiación singular”. Se llama priorizar la salud pública.

Twitter: @jmiroardevol

Facebook: josepmiroardevol

La sanidad catalana no puede esperar a promesas eternas. Hace falta acción política y dinero. Hoy, no mañana. #SanidadYa #DéficitSanitario #Catalunya Compartir en X

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