Sánchez no quiere elecciones porque sabe lo que le espera

Pedro Sánchez no quiere elecciones. No porque crea que aún puede impulsar reformas, ni porque la legislatura avance viento en popa, sino por una razón mucho más sencilla y demoledora: las perdería clamorosamente.

El Gobierno repite como mantra que agotará la legislatura. Pero en Europa no es habitual semejante empecinamiento cuando, a medio mandato, se encadenan ya tres años sin Presupuestos Generales del Estado. Y es que los presupuestos no son un formalismo: son la herramienta esencial del parlamentarismo y la brújula de la acción política. En otras democracias, cuando el Ejecutivo no consigue aprobarlos, se convocan elecciones. Porque se entiende que, si no se puede gobernar, lo democrático no es resistir, sino preguntar de nuevo a los ciudadanos.

Hasta el expresidente Aragonès, en Cataluña, que tampoco logró sacar adelante sus cuentas, convocó elecciones y asumió su derrota con dignidad. Le sucedieron, ironías de la política, los socialistas. Pero el gesto fue lo que cuenta: si no hay proyecto, no hay sillón que valga.

No es el caso de Sánchez. Incapaz de aprobar presupuestos, ni de tramitar muchas de sus iniciativas —otras ni se atreve a presentarlas por miedo al fracaso parlamentario— el Gobierno se ha convertido en una fachada. Una escenografía de poder con poco detrás. Desde que estallaron los escándalos de corrupción, los ministros parecen más ocupados en tapar agujeros que en gobernar. ¿Hace cuánto que no se escucha una iniciativa potente de algún ministerio? ¿Quién gestiona los trenes, las autopistas, los colapsos del día a día?

La respuesta es sencilla: nadie.

¿Y por qué sigue Sánchez en la Moncloa? Porque las encuestas son demoledoras. Si dejamos al margen el CIS —ese oráculo fallido que ya acumula 40  predicciones erróneas sobre 41 — todos los sondeos desde junio sitúan al PSOE entre el 24% y el 27%. La caída libre es tal que ya se augura menos de 100 escaños. Sumar, por su parte, no suma: apenas araña entre 6 y 8 diputados. Incluso Podemos, que parecía un cadáver político, aparece en algún sondeo por encima. Así no se hace gobierno, ni con compás, ni con alquimia electoral.

El PP ronda los 150 diputados: lejos de la mayoría absoluta, pero con poder de bloqueo. Vox, según la encuesta, fluctúa entre el 16 y el 18%. Un escenario claro: ningún bloque de izquierdas podría formar gobierno, ni siquiera con ayuda de sus actuales (y cada vez más dubitativos) socios periféricos. Y el PP en el peor de los casos tiene la mayoría de bloqueo: no se puede formar ningún gobierno sin contar con él

La única jugada desesperada que barajan en Moncloa es la «lista única» con Sumar. Un “sálvese quien pueda” que, con suerte, permitiría liderar alguna circunscripción y aprovechar la prima electoral al primer clasificado. Pero suena más a ensayo general del naufragio.

Sánchez resiste, sí. Pero no gobierna. La prueba no está solo en las cifras, sino en las calles. Cualquier aparición pública exige cordones policiales, encapsulamientos y rutas secretas. Porque donde aparece, se organiza un clamor —en el mejor de los casos— exigiendo su dimisión.

Así no se puede gobernar un país. Ni con legitimidad, ni con dignidad. Solo con cerrojo.

Pedro Sánchez no convoca elecciones no porque pueda gobernar, sino porque sabe que no podrá seguir gobernando. #Sánchez #España #EleccionesYA Compartir en X

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