Una de las cosas que la larga crisis de la Covid-19 ha puesto de manifiesto es la relevancia de ciertos puestos de trabajo que hasta ahora habían quedado más escondidos o menos destacados. Los más evidentes, todos aquellos relacionados con el mundo sanitario, con la atención a las personas mayores o disminuida, con la producción y suministro de los productos de primera necesidad, con el mantenimiento de niveles esenciales de vigilancia y seguridad. Podríamos decir los trabajos relacionados con lo que en otros momentos llamaríamos el aseguramiento del nivel de subsistencia.
Ya hace días, Alfredo Pastor, reflexiona muy sensatamente sobre este hecho en sus colaboraciones habituales en la prensa. En la última que he leído, en que el titular clava el contenido, defiende la importancia del trabajo reconocido, del trabajo digno, y del trabajo con estas dos características como pilar de la vida en comunidad. Trabajos con alma, Los llama. Y observa que el mercado, a través del salario como instrumento, no siempre es el mejor mecanismo para el reconocimiento de estos tipos de empleos. Por suerte en lo personal hemos demostrado que no siempre condicionamos reconocimiento de un trabajo a los criterios mercantiles: los reiterados aplausos de los primeros días de confinamiento son un ejemplo. A ver si, como comenta el mismo Pastor en un artículo anterior, seremos capaces de recordar cuando todo esto pase la dignidad, el respeto y la adecuada compensación al trabajo de quien hemos considerado como esenciales en estos meses de hibernación social.
Evidentemente los salarios de los trabajos que hemos calificado de esenciales, incluidos los del personal sanitario más cualificado, no suelen ser excesivamente elevados , y diría que las retribuciones de muchos de los trabajos que no se han parado ningún día, como cuidadores de residencias o empleados de supermercados, están en la parte baja de la escala salarial. El mercado, por tanto, no sigue los mismos criterios de reconocimiento que muchos de nuestros compatriotas, por sentimiento o por convicción, han expresado durante estos días.
La determinación de los salarios es un ámbito del mundo de la economía y del management que siempre me ha parecido muy complejo. La retribución salarial es la forma más estandarizada de compensar la dedicación de una parte importante de nuestro tiempo a la riqueza colectiva. Los otros dos grandes componentes de la Renta Nacional, los beneficios y los impuestos, son por un lado la compensación por el riesgo de haber invertido un capital o simplemente por el hecho de alquilarlo o, por otro, la parte de renta que entre todos hemos acordado que el Estado nos tome para contribuir a su funcionamiento, incluida la función redistributiva.
En la determinación de los salarios entran muchas variables y consideraciones : el tipo de trabajo, los requerimientos para ejercerlo, la negociación colectiva, los salarios de reserva, la calificación personal, la productividad, la eficiencia, la regulación del mercado, los valores de quien tiene el poder de contratar, el nivel de vida de cada país o territorio, evidentemente la oferta y la demanda, y algunas más.
Seguro que las retribuciones de los trabajos que hemos considerado tan importantes estos días tienen su explicación y probablemente su lógica. En cualquier caso, no son los más altos. La reflexión entonces es obvia: ¿son los salarios más altos más esenciales? ¿Responden los salarios más altos en trabajos más dignos? ¿Debería haber una correlación más estrecha entre la importancia que la sociedad otorga a cada trabajo y su retribución? Este es un campo fácil para la demagogia barata, sobre todo si hacemos entrar en juego los sueldos de banqueros, políticos, directores de empresa, grandes funcionarios y de todo el mundo que el tópico popular considere empleos muy privilegiados.
Sin embargo, un buen puntal de la buena convivencia en cualquier clase de sociedad es que la estructura salarial que retribuye cada uno de los puestos de trabajo sea fácilmente comprensible y no esté demasiado lejos de su valoración social correspondiente.
Los salarios de los trabajos que hemos calificado de esenciales, incluidos los del personal sanitario más cualificado, no suelen ser excesivamente elevados Share on X