La derecha alternativa y antiinmigración Alternativa por Alemania (AfD por sus siglas en alemán) está volviendo de forma importante al escenario político germánico.
El domingo 25 de junio, el candidato de AfD Robert Sesselman ganó las elecciones para dirigir el pequeño distrito de Sonneberg, situado en la antigua Alemania del Este. Fue la primera vez en la historia que este partido, a menudo tildado con desprecio de extrema derecha, ganaba un distrito.
Sesselman se impuso en la segunda vuelta a su rival Jürgen Köpper del partido démocrata-cristiano (CDU) que defendía el cargo, y esto a pesar del apoyo explícito del resto de fuerzas políticas a Köpper, curiosamente, los tres partidos que conforman la » coalición semáforo» del canciller Olaf Scholz: los socialdemócratas (SPD), los verdes y los liberales.
AfD es en estos momentos el segundo partido en intención de voto en Alemania
Estos hechos serían anecdóticos si no fuera porque capturan un cambio de tendencia política en la República Federal de Alemania. Según el aglomerador de encuestas del diario Politico.eu, AfD es en estos momentos el segundo partido en intención de voto, por delante del SPD de Scholz y sólo por detrás de la CDU/CSU.
Se trata de un escenario impensable a finales de 2021 cuando tuvieron lugar las últimas elecciones federales y las primeras después de la era Merkel. Entonces, AfD se situaba tan sólo como quinta fuerza política.
La influencia que tuvieron los temas predilectos durante aquella campaña electoral fueron prácticamente nulos. De hecho, fue una campaña profundamente sosa, más marcada por la expectación vinculada a la sucesión de Angela Merkel que por las propuestas concretas de los candidatos.
Parecía como si Alemania, confiada de su posición dominante en Europa, diera por supuesto su brillante futuro.
Pese a ello, inmensos retos esperaban al nuevo canciller: fragmentación social y política, dificultades para integrar a los numerosísimos inmigrantes recibidos desde 2015, una industria potente pero carente de capacidad innovadora y sobre todo de materias primas, una creciente dependencia comercial hacia China y una fragmentación financiera creciente en el seno de la UE.
Quedó claro que ninguno de los candidatos de 2021 estaba preparado para lo que vendría pocos meses más tarde con la invasión rusa de Ucrania, que ha expuesto brutalmente las debilidades económicas del gigante germánico.
El descrédito de la política energética de Alemania después de haber perdido acceso al gas natural ruso, combinado con medidas extremas amparadas en la «transición verde» como la surrealista prohibición de instalar calderas de gas a partir de 2024, también han calentado los ánimos de los alemanes y ha dado alas en la AfD.
Por lo que se refiere a la inmigración, la Alemania de Merkel cayó en una trampa al pensar que la integración sería rápida y fácil si había trabajo suficiente.
Pero si no se toman medidas drásticas y se despliegan esfuerzos monumentales para hacer de los recién llegados «nuevos alemanes», el paso de los años tiende a acentuar y enconar las diferencias culturales. Esto es especialmente cierto cuando los inmigrantes provienen de países tan radicalmente distintos a las naciones europeas posmodernas como pueden ser Siria, Pakistán o Turquía.
el verdadero desafío de la inmigración no es la acogida, sino el día a día
Los alemanes sólo comienzan a entender ahora que el verdadero desafío de la inmigración no es la acogida, sino el día a día. Por tanto, no es que numerosos alemanes se hayan vuelto racistas y xenófobos como la progresía pretende hacernos creer, sino que observan con preocupación cómo se van formando clusters de culturas y costumbres diferentes e incluso contrarias a la suya, y eso en casa.
Pero no hace falta ir a Alemania para comprobar cómo el discurso antiinmigración puede calar en la población; en el propio Ripoll nos lo pueden explicar perfectamente. Si los políticos se esconden tras tópicos confortables y declaraciones políticamente correctas, y cierran los ojos ante el rompecabezas de la inmigración masiva, los partidos como AfD seguirán ganando peso en Europa.
Pero no hace falta ir a Alemania para comprobar cómo el discurso antiinmigración puede calar en la población; en el propio Ripoll nos lo pueden explicar perfectamente Share on X