Los recelos entre Francia y las autoridades post-golpistas de Malí han acabado haciendo inevitable la retirada europea de sus fuerzas desplegadas en este paupérrimo país del Sahel.
El jueves 17 de febrero París ha anunciado finalmente un acuerdo con los socios europeos y africanos que conformaban la fuerza Takuba para retirarse del país.
Takuba, lanzada en 2020, fue ya una respuesta a los obstáculos que el gobierno de Malí imponía a la fuerza militar liderada por Francia. Su objetivo era mucho más limitado que el de la Operación Barkhane, su predecesora, y se limitaba a luchar contra el terrorismo en apoyo de las mal preparadas y desmotivadas fuerzas armadas de Malí.
Malí ha sido incapaz de levantar cabeza después de 9 años de una doble intervención de estabilización y reconstrucción de las Naciones Unidas y de Europa
Pero Takuba ha durado poco. Malí ha sido incapaz de levantar cabeza después de 9 años de una doble intervención de estabilización y reconstrucción de las Naciones Unidas (a través MINUSMA) y de Europa ( la fuerza francesa Barkhane , pero también la misión de formación de los cuerpos de defensa y seguridad EUTM Mali).
El sentimiento anti-francés (Francia es la antigua potencia colonial) fue ganando terreno entre la población, que veía cómo su día a día no mejoraba desde el despliegue militar en 2013.
La junta que gobierna el país (por decirlo de algún modo) desde el golpe de estado en dos etapas en 2020 y 2021 ha contribuido aún más a la mala prensa de la intervención europea.
Los militares malienses iniciaron en un primer momento un diálogo con los grupos yihadistas que el país alberga.
Más recientemente, a finales del pasado año, se supo que la junta había firmado un contrato con la empresa militar privada rusa Wagner, ya implantada en otros países de la región como la República centroafricana. Ésta habría sido la gota que derramó el vaso de la paciencia europea.
Se pone así punto y final a 9 años de presencia europea en Malí. La operación de Naciones Unidas, infinitamente menos preparada y equipada, se enfrentará a nuevos problemas que probablemente la harán inviable a medio o incluso corto plazo.
En cuanto a las consecuencias para Europa, cabe apuntar primero que la intervención en Malí no reposaba sobre un sueño de democratización de un país devastado, como Afganistán.
Ante la desintegración de los estados de la región, la presencia militar en el Sahel era y sigue siendo clave para controlar los flujos de contrabando, de inmigración irregular y movimientos yihadistas.
Las tres actividades están íntimamente vinculadas y se nutren de la incapacidad de los gobiernos para asegurar unas condiciones mínimas de seguridad y subsistencia material de la población.
Conscientes de seguir presentes en el Sahel, las autoridades francesas buscan nuevos lugares desde donde desplegarse
Conscientes de seguir presentes en el Sahel, las autoridades francesas buscan nuevos lugares desde donde desplegarse y seguir operando contra los grupos clandestinos que desestabilizan la región y extienden su influencia hacia los países del Golfo de Guinea.
Malí en sí mismo se convertirá en un obstáculo para conseguir este objetivo: parece claro que la junta militar prohibirá toda incursión extranjera sobre su territorio, y hará a la vez la vista gorda ante los grupos yihadistas y otros núcleos criminales.
Alentada por la presencia de mercenarios rusos, la junta se siente lo suficientemente fuerte para echar a los europeos y mantener a raya a los yihadistas.
Pero el Sahel está demasiado cerca de Europa como para que París, Bruselas, Madrid y las demás capitales europeas se queden de brazos cruzados.
Volver a la casilla de salida del 2012, cuando una ofensiva yihadista se hizo con el control de la mitad norte de Malí y amenazó a Bamako, la capital, sería demasiado humillante tanto para la junta maliense como para Europa.
El Sahel está demasiado cerca de Europa como para que las capitales europeas se queden de brazos cruzados Share on X