Israel ha desplegado una actividad militar inaudita desde hace décadas en respuesta a los masivos ataques terroristas de Hamás que sufrió hará justo un año, el 7 de octubre de 2023.
Tras ocupar de nuevo la Franja de Gaza con el objetivo expreso de exterminar a Hamás, y donde las operaciones continúan, Israel ha desplegado una intensa actividad contra su otro flanco, situado en el norte: el grupo chií libanés Hizbulá, apoyado por el principal enemigo estatal de Israel, la República Islámica de Irán.
La tensión parece al límite después de que Israel ha bombardeado y matado al líder de Hizbulá, Hasan Nasrallah, en el sur de Beirut, la madrugada del sábado 28 de septiembre.
Ya en abril se vivieron unos días de máxima tensión después de que Israel bombardeara el consulado iraní en Damasco, en la vecina Siria, produciendo varios muertos entre la guardia revolucionaria. Teherán juró venganza y desencadenó su primer ataque contra Israel desde territorio propio.
Más allá de su simbolismo, que representaba el punto más cercano a la guerra abierta al que los dos países archienemigos habían llegado nunca, el ataque fue en buena parte neutralizado por Israel y sus aliados occidentales, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia.
Pero algunos analistas apuntaron que la respuesta iraní denotaba en cierto modo impotencia y miedo a la escalada. De hecho, en la Asamblea General anual de Naciones Unidas en Nueva York, el nuevo presidente iraní, Masoud Pezeshkian se volvió a mostrar prudente y hasta cierto punto conciliador.
Esta moderación iraní tranquiliza a los países árabes, que asisten, sin embargo, resignados a las maniobras militares de Israel sin haber logrado mejorar la situación de los civiles en Gaza.
Según Emile Hokayem, directora de seguridad regional en el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres, los líderes árabes consideran todavía hoy que la responsabilidad de contener la guerra recae sobre Occidente, y sobre Washington en particular.
Tanto en Arabia Saudita como en Emiratos Árabes Unidos, la prioridad es la agenda económica interna y su comercio internacional. En buena parte, los países árabes se desentienden de Israel y de sus guerras, aunque mantienen oficialmente el apoyo a los habitantes de Gaza.
Una posición que parece aplicarse ahora también hacia Líbano, cada vez más cerca de un estado fallido a pesar de haber recibido desde la guerra del 2006 todos los cuidados (y millones) posibles tanto de Occidente como del mundo árabe. Su disfuncionamiento interno ha empeorado sin cesar, mientras que el estado ha dejado que Hizbulá fuese extendiendo sus tentáculos y subiendo las tensiones con Israel.
En otro contexto histórico, sería esperable que Occidente tomara la iniciativa de la paz en Oriente Medio.
Pero a pesar de las promesas de asistencia en Líbano, no parece que ninguna capital, ni en Europa ni en Estados Unidos, crea realmente poder poner fin a la escalada de tensiones. La capacidad occidental de intervención en la región parece agotada.
Pero es que, además, a pesar de la frenética actividad militar de Israel, también Irán y los países árabes parecen más preocupados por sus respectivos asuntos internos y resignados a que Israel continúe sus operaciones.
A pesar de la frenética actividad militar de Israel, también Irán y los países árabes parecen más preocupados por sus respectivos asuntos internos Share on X