Recuerdo una historieta de Mafalda en cuatro viñetas. En la primera Mafalda está sentada en un prado. En la segunda viñeta, se le acerca un pájaro. En la tercera el pájaro lo tiene casi encima, ella está entusiasmada. En la cuarta el pájaro se va volando, y Mafalda dice: lo sabía, nadie me quiere.
Esta historieta es una caricatura muy real de lo que es una baja autoestima, puesta en función de la opinión de los demás, como si necesitáramos su reconocimiento. Muchos problemas psicológicos, como las depresiones, los miedos, las malas relaciones… proceden de una autoestima deficiente. Y puede darse por los dos extremos. O por la desvalorización de la misma persona, que tiene la creencia de que no vale para nada, o por el contrario con la sobrevaloración de uno mismo, como un sentimiento de omnipotencia, que no reconoce ni sus defectos ni sus limitaciones.
La autoestima es el concepto que cada persona (niño, adolescente, adulto) tiene de sí misma y no se gana de un día para otro.
Es fundamental que de pequeños los hijos se sientan amados y bien tratados, que no significa «consentidos». Cuando consentimos, hacemos creer al niño que es el centro del mundo y que todo es poco para él. Así no le hacemos ningún bien. Amarlo significa que creemos en sus posibilidades, que estamos contentos y valoramos cuando hace bien las cosas, y si salen mal o fracasa, es preferible decir: a ver si la próxima vez sale mejor.
Nunca hay que exigir algo que esté por encima de sus posibilidades. Lo cierto es que los logros aumentan la autoestima. Pero como no todos servimos para todo, es bueno diversificar los ámbitos de acción. Si sólo nos centramos en uno y fracasa, ya tenemos la autoestima por los suelos. Lo que no vale para una cosa, seguro que puede valer para otra que le guste y pueda tener éxito.
Evitaremos siempre compararlo con los demás. Cada persona es única. Ayudarle a descubrir sus posibilidades, celebrar y disfrutar de sus progresos, pero por encima de todo, ayudar al hijo a que descubra que el camino de la felicidad implica aprender a amar, valorar y respetar a los demás.
El nivel de autoestima de un ser humano tiene una enorme incidencia en la «calidad de vida» de las personas. Cuando una persona adquiere un buen nivel de autoestima se alegra de ser quien es.
Al final la única persona de la que nunca se puede huir es de uno mismo, y por tanto es con quien mejor tenemos que vivir Share on X