No todas las burbujas financieras son iguales. Según Rana Foroohar, columnista del Financial Times, hay que distinguir entre los aludes especulativos con efectos productivos y aquellos que no los tienen.
Los primeros, a pesar del daño que causan, son a la vez creadores de riqueza y portadores de cambios cruciales. Un ejemplo de ello es la burbuja de la bolsa de los años 20 del siglo pasado: provocó la Gran Recesión, de funestas consecuencias, pero también contribuyó decisivamente a la difusión de innovaciones como el automóvil, la radio o la aviación.
Las segundas, que son mayoría, carecen de esta vertiente virtuosa, pero sí mantienen los vicios de las primeras. El ejemplo más claro y reciente es la burbuja inmobiliaria de 2008.
¿La actual pasión por las criptomonedas y la fascinación por el “metaverso” de Facebook, un fenómeno conocido como “Web3” o “Web 3.0”, entra dentro de la categoría de las burbujas productivas o de las improductivas?
La cuestión en el contexto económico actual es, pues, la siguiente: la actual pasión por las criptomonedas y la fascinación por el “metaverso” de Facebook, un fenómeno conocido como “Web3” o “Web 3.0”, entra en la categoría de las burbujas productivas o de las improductivas?
La pregunta es aún más importante ahora que los bancos centrales parecen haber decretado el fin del dinero fácil para intentar acabar con la ola inflacionaria.
Foroohar busca elementos de respuesta en una de las últimas burbujas que demostraron ser productivas: la conocida como burbuja del dotcom entre 1998 y 2001, cuando todo lo que acababa con .com subía como la espuma.
Entonces, muchas empresas que hoy llamaríamos unicornios desaparecieron para siempre. Otras más serias, como Microsoft, Oracle, Amazon o Apple sufrieron gravísimas pérdidas, pero se recuperaron para convertirse en los actores dominantes de la Web 2.0 pocos años después.
Pero hubo otro gran vencedor de la crisis del dotcom, mucho menos conocido: el sector de la banda ancha y fibra óptica. Las compañías de telecomunicaciones instalaron miles y miles de kilómetros de cables en todo el mundo, generando a principios del siglo XXI una tremenda sobre-capacidad.
El tiempo les dio la razón: la infraestructura que tejieron permitió el desarrollo de la Web 2.0, el auge de las redes sociales y de las compras online en las que hoy vivimos inmersos.
La columnista del Financial Times usa este caso para estudiar lo que podría ocurrir dentro de poco en el sector que domina los mercados financieros actuales.
Foroohar piensa que los grandes vencedores del actual boom tecnológico no serán los que anuncian a golpe de tambor al metaverso, sino los que están tejiendo la infraestructura que hará posible la próxima gran revolución tecnológica.
Dicho de otra forma, más que apps, software o programarios, lo que realmente importa es el hardware, la máquina, el bien tangible que hay detrás.
Dentro de este ámbito, nadie está trabajando con mayor intensidad y consiguiendo mayor impacto que Elon Musk. Musk va a contracorriente en el sentido de que es un industrial clásico: proyecta y produce cosas, bienes tangibles.
No sólo eso, sino que lo que fabrica es verdaderamente innovador: desde los coches eléctricos de Tesla hasta los cohetes reutilizables, pasando por la red de comunicaciones por satélite Starlink.
Además, lo que Musk hace, lo hace bien: la producción de Tesla se incrementó un 87% en 2021 en medio de una crisis de suministros global, y Starlink ya está ofreciendo internet ultra-rápido a clientes de áreas rurales en los Estados Unidos.
Por suerte, Musk no es el único gran industrial invirtiendo decisivamente en nuevas tecnologías tangibles y verdaderamente útiles
Por suerte, Musk no es el único gran industrial invirtiendo decisivamente en nuevas tecnologías tangibles y verdaderamente útiles: existe una muchedumbre de empresas dedicadas a la generación y almacenamiento de energía verde, la automoción de procesos productivos o logísticos a través de redes 5G y aplicaciones industriales de la inteligencia artificial que marcarán la diferencia y liderarán el crecimiento real y no especulativo.
Cuando la burbuja del Web 3.0 estallará, la diferencia entre especuladores del “metaveros” y los auténticos líderes industriales se verá seguramente muy clara Share on X