Que no te engañen. Retrocedemos en prosperidad y bienestar ante la Unión Europea

Durante la última década, España ha experimentado un notable crecimiento económico en términos absolutos, destacándose por encima de la media de la Unión Europea. Sin embargo, la realidad detrás de estos datos esconde un fenómeno preocupante: el retroceso relativo de España en términos de renta per cápita, un indicador clave que mide con mayor precisión el bienestar real de los ciudadanos.

Tras la crisis financiera global de 2008, España inició una recuperación económica que permitió superar años difíciles marcados por tasas de paro récord y contracción económica. Desde 2010 hasta 2020, la economía española mostró un crecimiento sostenido, impulsado por reformas estructurales y ajustes fiscales que lograron revitalizar sectores clave como el turismo, la construcción y las exportaciones. Sin embargo, este crecimiento absoluto, expresado en términos de PIB total, no se ha traducido en una mejora equivalente en términos de bienestar individual.

La renta per cápita española, que se sitúa actualmente entre el 90% y el 95% de la media europea, muestra que el país sigue retrasado en comparación con economías líderes como Luxemburgo, Irlanda o Dinamarca, cuyos niveles superan ampliamente a la media europea. Este retraso no sólo persiste, sino que se agrava si observamos las recientes dinámicas. Países más pequeños como Chipre, Malta y Eslovenia, que históricamente se situaban por debajo de España, han avanzado a un ritmo superior en términos de renta por habitante, superando así al país ibérico en los rankings europeos.

Incluso dentro de los últimos cinco años (2018-2022), período caracterizado por una cierta estabilidad económica en España, la posición relativa del país en el ranking europeo se ha mantenido prácticamente invariable en torno al puesto 17. Aunque la economía española ha continuado creciendo en términos absolutos, otros estados europeos han sido más exitosos en directa en las condiciones de vida de su población.

El caso comparativo con Italia es particularmente ilustrativo. Aunque en el 2017 España llegó a igualar o incluso superar ligeramente a Italia en términos de renta per cápita ajustada por Paridad de Poder Adquisitivo (PPA), datos más recientes muestran que esa ventaja fue momentánea. Desde entonces, España ha vuelto a retroceder, situándose de nuevo por detrás de Italia. Esta involución refleja cómo, pese al crecimiento agregado del PIB, España no está siendo eficaz a la hora de consolidar mejoras sostenibles en la capacidad adquisitiva real de sus ciudadanos.

El contraste entre la evolución del PIB total y la renta per cápita revela con claridad que el bienestar real de una sociedad no puede medirse únicamente mediante indicadores de crecimiento absoluto. Es fundamental evaluar cómo se distribuyen estos ingresos y en qué medida contribuyen a mejorar la calidad de vida individual. Mientras que el PIB total puede aumentar gracias a factores como la inmigración, el incremento del consumo público o un auge coyuntural en sectores económicos específicos, la renta per cápita refleja de forma más fiel si el crecimiento beneficia efectivamente al conjunto de la población.

En definitiva, si España aspira a avanzar verdaderamente en bienestar social , es imprescindible prestar atención no sólo al crecimiento económico agregado, sino especialmente a las políticas públicas y económicas capaces de elevar de forma real y sostenible la renta per cápita de sus ciudadanos, evitando así retroceder en términos relativos dentro del entorno europeo.

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