La inflación es el problema del momento. En noviembre de este año se sitúa en el 5,6% la general y la más peligrosa, y la subyacente, en un más moderado 1,7%, si bien ha crecido un 1,5 puntos desde mayo.
Esta semana se ha producido el segundo día más caro de la historia en el precio de la luz al llegar a 275 euros, y el martes 30 a lo largo de 4 horas el megavatio superó los 300 euros. El varapalo sobre las empresas y las economías familiares, sobre todo las más débiles, se hace notar. Pero como ha advertido el vicepresidente del Banco Central Europeo, Luis de Guindos, el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, y el exconseller de Economía, Andreu Mas-Colell, en un artículo en La Vanguardia, lo peor que se puede hacer es incrementar ahora los salarios, porque este hecho convertiría una inflación, que se considera que será temporal, en una espiral inflacionaria. Temporal, sí, eso lo dicen todos, pero Mas-Colell, aparte de decirlo, añade que tampoco está claro que esto se produzca porque nadie garantiza que la “crisis actual de escasez sea transitoria y corta”. No lo será en lo que se refiere a la energía. Y puede que tampoco lo sea para los relacionados con problemas de abastecimiento. Dependerá de la evolución de la pandemia”.
Por tanto, breve, lo que se dice breve, el período inflacionario, nadie está en condiciones de garantizar que lo sea. Como dice Mas-Colell, en definitiva: «es cómo se nos transmite (se refiere a la inflación) que somos más pobres «. Fantástico, ahora es necesario que la gente, los ciudadanos compren esta idea de la contención salarial con tanta incertidumbre sobre la duración de la inflación, porque detrás de esta cuestión late otra mucho más amplia: cómo se ha ido distribuyendo y se distribuirán las ganancias en productividad. Y aquí la respuesta es clara, la masa salarial que no pertenece al vértice de la pirámide ha tenido una escasa participación en estas ganancias. Quizás más que hablar de reconocer que somos más pobres, lo que hace falta es plantear que haya una distribución más justa de los buenos rendimientos de la empresa, de modo que cuando éstos se pierden sean más fáciles de soportar, de lo contrario la injusticia es manifiesta y el resultado acaba siendo más tarde o más temprano el estallido social.
El gobierno puede hacer mucho por paliar la actual situación y crear las condiciones para que las reivindicaciones sociales no se radicalicen. Cabe decir que la inflación tiene como primera beneficiaria a la Hacienda Pública, de tal forma que en estos momentos los ingresos del estado superan en mucho los del año 2019, aunque la economía todavía no se ha recuperado. El aumento del IPC ha hecho crecer en 830.000 millones de euros los ingresos por los mismos conceptos fiscales que en 2019 y, al mismo tiempo, los hogares españoles han perdido 9.000 millones.
Lo que debe hacer Sánchez es devolver la mayor parte de la cifra, que han ingresado con creces, en forma de ayudas y subsidios que permitan transitar por este período de inflación con un menor sufrimiento por parte de la gente. Lo que no se puede hacer es tener que optar entre castigar a la gran mayoría con salarios bajos o provocar una espiral inflacionaria cuando el gobierno español tiene en su mano el camino de en medio que permite evitar tan malas opciones.