Durante décadas, el Fondo Monetario Internacional (FMI) fue sinónimo de austeridad financiera y rigor presupuestario, hasta el punto de adquirir una temida, y detestada, reputación, especialmente en regiones fuertemente endeudadas como Iberoamérica.
Sin embargo, tras la crisis financiera del 2008, esta institución internacional fue adoptando una postura más flexible.
Durante la última década, el mundo en su conjunto ha seguido endeudándose desenfrenadamente, pero con la particularidad de encontrarse en un escenario económico con baja inflación y tipos de interés cercanos a cero o negativos. En un contexto donde endeudarse salía gratis o incluso suponía ganancias, el FMI parecía haber perdido su razón de existir.
Pero, como los economistas más clarividentes ya venían advirtiendo, esta paradójica situación no ha durado, ni mucho menos, eternamente. Los tipos han acabado por aumentar y la deuda vuelve a hacer acto de presencia como un grave problema macroeconómico.
Posiblemente, la deuda es el mayor reto que tiene la economía mundial desde hace décadas: el mundo en su conjunto se debe a sí mismo cerca de 2,5 veces, considerando deuda pública y privada (de familias y empresas a la vez) .
El FMI ya ha advertido de la amenaza que esto supone, y su directora general adjunta, la estadounidense de origen indio, Gita Gopinath, ha llamado a volver a centrar la atención en el rigor presupuestario.
El problema monumental de la deuda pública
Según los datos del propio FMI, la deuda pública mundial se encuentra en 2023 en un descenso relativo respecto al pico histórico de 2020, cuando se situó en el 124% de media en los países desarrollados. Este porcentaje sólo se ha igualado en otra ocasión: en 1946 en plena post-Segunda Guerra Mundial, lo que permite darse cuenta de la gravedad de la situación actual, una absoluta aberración en tiempo de paz.
El Covid ya no puede justificar que el endeudamiento de los países ricos siga situándose en un 112%. En cuanto a los países en vías de desarrollo, el porcentaje de endeudamiento actual es el más elevado de su historia y se sitúa en un 69%, claramente por encima de los datos recogidos en el punto culminante de las crisis de la deuda, en los años 80 y principios del 90 del pasado siglo.
Martin Wolf, economista jefe del Financial Times, ha advertido recientemente de que se están reuniendo todos los ingredientes de una gran crisis de la deuda pública.
Wolf avisa, citando al ex-economista jefe del FMI, Olivier Blanchard, que las crisis de la deuda se producen cuando se combinan dos factores: el primero, los tipos de interés del endeudamiento crecen desmesuradamente en comparación con el crecimiento económico, y el segundo, el porcentaje de déficit respecto al PIB es excesivo.
Empezando por este segundo criterio, cabe apuntar que los presupuestos públicos de los países desarrollados son actualmente todos deficitarios, incluyendo el alemán. Los ratios de deuda pública respecto al PIB superan el 100% en todos los principales países de la OCDE, excepto Alemania.
Por lo que se refiere al primero, los datos son igualmente malos cuando hacemos referencia a las perspectivas de crecimiento económico y a los tipos de interés de la deuda. Según las previsiones del FMI, el crecimiento medio anual para el período 2024-2028 será de entorno al 1,9 en Estados Unidos, el 1,8% en España, el 1,6% en Francia y Reino Unido y 1,4% en Alemania.
Son cifras demasiado débiles para compensar los actuales tipos de interés de la deuda (los bonos a 10 años oscilan entre el 2,5 y el 4% en función del país), y que abocan al mundo occidental a una explosión de la deuda y una crisis financiera de proporciones jamás vistas. Contribuyentes, preparen las carteras.