Leyendo y viendo la mayoría de los medios de comunicación catalanes, se puede sacar la impresión de que Polonia está gobernada por un conjunto de fanáticos alocados. Paga de este modo el peaje por tener un gobierno que no responde a la corriente cultural principal de favorecer a los colectivos LGBTI y el aborto. Este país, como en el caso de Hungría, marca una diferencia sustancial en estos temas con el común denominador de la UE. Este tipo de crítica descalificadora en nuestros medios se ha puesto de manifiesto con las últimas elecciones presidenciales, en las que el presidente saliente, Andrezej Duda, ha acabado ganando al candidato de la oposición, Rafal Trzaskowski, por un ajustado 51,2 % a 48,8%. La campaña fue como una especie de plebiscito y el grado de participación fue elevadísimo, de más del 70%, y una vez más el partido del gobierno volvió a ganar.
Esta serie de victorias en una población de 38,1 millones de habitantes tiene una razón objetiva clara, además de otras consideraciones que se puedan hacer.
La buena gestión económica y social que ha ido haciendo el Partido Derecho y Justicia (PiS, por sus siglas en polaco). En 2019 el PIB creció un muy elevado 4,1%, cuando la media de la UE se quedaba en un 1,5%. Y no se trata de flor de un día, entre 1990 y 2018 el PIB polaco aumentó en un 788%, y lo que también es importante prácticamente: no registró un fuerte impacto como el resto de los países debido a la gran crisis iniciada en 2008. La tasa de paro ha registrado también una caída espectacular del 17,8% en 2005 al 3,3% del 2019, una cifra muy buena en el marco europeo e inimaginable para España y Cataluña, a pesar de que Polonia partía de niveles de dos dígitos que se acercaban peligrosamente al 20%. Es un éxito incuestionable. La traducción de todo es que no es sólo crecimiento económico sino también una buena distribución de los beneficios sociales, que se ha traducido en un elevado crecimiento de la esperanza de vida, que ha pasado de 71 años en 1990 a los 78 en 2019. También en este caso su evolución la configura como un ejemplo en Europa.
Por último, su rendimiento escolar es uno de los más eficientes de Europa, ya que ha conseguido ir escalando posiciones hasta situarse en los primeros puestos en las pruebas PISA, a pesar de disponer de un gasto por alumno mucho menor que el español, que vive instalado en la emergencia educativa.
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