Por qué crece tanto España: el éxito frágil de una economía desequilibrada

El presidente Sánchez presume, y con razón, de los buenos datos económicos. España crece más que casi toda Europa. Pero conviene preguntarse: ¿qué tipo de crecimiento es este? Y, sobre todo, ¿hasta qué punto mejora realmente la vida de los ciudadanos?

Porque los indicadores que más lucen —el PIB y el número de ocupados— no significan necesariamente que vivimos mejor. La renta per cápita sigue estancada y las horas trabajadas por persona disminuyen. Hay más gente trabajando, sí, pero con menores sueldos y menor productividad que el resto de Europa. Es un crecimiento aparentemente brillante, pero con cimientos débiles.

Cuatro motores explican este auge: los fondos europeos Next Generation, el turismo, las exportaciones de servicios de alto valor añadido y la inmigración. Sin embargo, ninguno de ellos garantiza por sí solo un futuro sólido.

Los fondos Next Generation: impulso limitado y efecto menor

Los fondos europeos han contribuido de forma positiva, aunque muy por debajo de las expectativas. Según el Gobierno, han elevado el PIB un 2,6% acumulado hasta 2024, el equivalente a unas décimas anuales (0,4-0,5 puntos por año). El Banco Central Europeo rebaja la cifra y sitúa el impacto entre un 1,2% y un 1,7%.

El motivo principal es la lentitud en la ejecución y los multiplicadores económicos bajos. España solo solicitó cerca del 30% de los 163.000 millones de euros disponibles. En 2023 se activaron proyectos por unos 28.000 millones, centrados en digitalización, transición verde e infraestructuras. Sin embargo, el efecto “tractor” sobre la inversión privada no se ha materializado. Han actuado como soporte coyuntural, pero no han transformado el modelo económico ni la productividad.

Turismo: el gigante que sostiene el milagro

El turismo ha sido el gran motor inmediato del crecimiento. En 2023, España logró un récord histórico con 85,3 millones de visitantes extranjeros, y el sector ya representa un 12,8% del PIB. Además, generó más de una cuarta parte de los nuevos puestos de trabajo.

Según el Banco de España, las exportaciones turísticas añadieron 1,8 puntos de PIB en 2022 y 0,6 puntos en 2023, cerca de un tercio del crecimiento total. El boom ha permitido mantener un superávit exterior del 3% del PIB, pero también ha consolidado un modelo basado en servicios de bajo valor añadido y salarios modestos.

El turismo es, a la vez, un símbolo de fortaleza y dependencia: un sector clave pero vulnerable, altamente sensible a las crisis internacionales y a las oscilaciones de la demanda.

La exportación de servicios de alto valor: el motor más prometedor

Un fenómeno menos visible, pero decisivo, es el crecimiento de las exportaciones de servicios intensivos en conocimiento —consultoría, ingeniería, informática, finanzas, telecomunicaciones. En 2022 crecieron un 25%, y en 2023 otro 8%, hasta el punto de que han igualado o superado el turismo en volumen de ingresos.

Es un cambio estructural significativo: España comienza a vender talento y tecnología, no solo sol y playa. Según Oxford Economics, estos servicios son ya el componente más dinámico del PIB y explican gran parte del diferencial de crecimiento respecto a Francia o Alemania.

Su contribución directa al PIB es de varias décimas anuales, pero su valor estratégico es mucho mayor: generan empleo cualificado, aumentan la competitividad y refuerzan la resiliencia del país. De hecho, representan el único motor realmente transformador del crecimiento actual, si bien su peso en el crecimiento global es con diferencia el menor de los cuatro factores.

Inmigración: expansión demográfica sin ganancias de productividad

El cuarto motor, y probablemente el más decisivo, es la inmigración. Desde 2022, España recibe una media de 600.000 inmigrantes netos cada año, el equivalente a más del 1% de la población. El país ya supera los 48 millones de habitantes, y el número de ocupados ha alcanzado un máximo histórico de 21,7 millones.

Este flujo ha evitado tensiones laborales y ha impulsado el consumo interno: más trabajadores, mayor demanda de servicios y vivienda. El Financial Times identifica esta expansión demográfica como «el principal motor del crecimiento español».

Sin embargo, se trata de un crecimiento extensivo, basado en el aumento del número de personas activas, no en la mejora de la productividad. Desde 2019, el PIB total ha crecido un 6,8%, pero el PIB per cápita solo un 3,1%. En otras palabras, producimos más porque somos más, no porque seamos más eficientes.

A corto plazo funciona; a medio, plantea retos serios de integración social, vivienda y sostenibilidad del sistema de bienestar.

Un modelo desequilibrado

Los cuatro motores han funcionado a la vez, pero con pesos desiguales:

  • Turismo e inmigración son los grandes impulsores inmediatos. Generan volumen, pero no mejoran el capital humano.
  • Los fondos europeos aportan soporte temporal, sin efecto estructural claro.
  • Los servicios de alto valor son el factor más novedoso y esperanzador, pero todavía insuficiente para compensar la dependencia de los otros tres.

En conjunto, estos factores han permitido un crecimiento del 3% anual entre 2022 y 2024, el triple de la media de la zona euro. Pero su carácter es desequilibrado: dos son intensivos en mano de obra poco calificada, uno es transitorio y solo uno apunta hacia el futuro.

España lidera el crecimiento europeo, pero su modelo es frágil. Dos de los cuatro factores principales –el turismo y la inmigración– están estrechamente conectados y generan un crecimiento basado en mano de obra barata y baja productividad. El tercero, los fondos Next Generation, es provisional y ha perdido el efecto transformador esperado. Solo el cuarto, las exportaciones de servicios de valor añadido, ofrece una senda de progreso real.

El país crece, pero no se hace más rico. Si no invierte decididamente en capital humano, innovación e industria del conocimiento, este éxito de hoy se convertirá en su debilidad de mañana. El crecimiento extensivo tiene límites; el desarrollo, en cambio, exige calidad y visión. Por otra parte, la inmigración, conectada estrechamente al turismo, desempeña un papel importante en la crisis de la vivienda y tensiona la prestación de servicios públicos, su calidad y también la seguridad.

Sólo las exportaciones de servicios de alto valor apuntan a un futuro más rico y sostenible. #Innovación Compartir en X

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