Desde el mismo momento de su Fundación, el PDeCAT, concebido como el artefacto sucesor de Convergencia ha vivido un continuo de mala racha. Empezó en el propio Congreso fundacional preparado por Artur Mas, donde nada sucedió según lo previsto. Para empezar, el del nombre del partido que, en ningún caso era el que acabó siendo, como tampoco lo fueron los finalmente responsables de la dirección Bonvehí, que se mantiene y Marta Pascal que fue defenestrada por Puigdemont, y que ahora encabeza otra formación competidora, el Partido Nacionalista de Cataluña. Pero es que incluso el nombre que finalmente surgió del Congreso, impuesto por las propias bases, el de Partit Democrata de Catalunya, pudo llegar a aplicarse tal y cómo estaba previsto, porque otro pequeño partido ya tenía reservado tal etiqueta, los Demócratas, uno de los grupos escindidos de la también desaparecida Unió Democrática.
Después vinieron las tensiones con Puigdemont, cuyo resultado no solamente fue la liquidación de Pascal, sino una lista electoral, Junts per Catalunya, en la que los miembros del PDeCAT se vieron en gran medida marginados, ocupando el lugar de la lista un numeroso contingente de independientes fieles a Puigdemont, que han sido quienes han marcado la línea en el Parlament de Cataluña. Estas tensiones han alcanzado su nivel máximo ante la perspectiva de unas elecciones en Cataluña al confrontar dos posiciones por ahora irreductibles, la de Puigdemont, que quiere que el PDeCAT se disuelva en Junts per Catalunya, i la formación sucesora de Convergencia, que lo que pretende es una coalición que le permita continuar con su propia organización.
Hasta ahora el acuerdo no existe y los daños registrados en la línea de flotación del PDeCAT son notables. Los presos de origen convergente sí que se han alineado con Puigdemont, Muchos militantes y cargos se han pasado a la nueva formación, pero sin abandonar el carnet del PDeCAT, practicando una doble militancia que el reglamento de este partido prohíbe. Pero seguramente algo más grave ha sido la operación del anterior presidente de la Generalitat, que ha sustraído la titularidad de Junts per Cat al partido de Bonvehí, perdiendo así éste su principal factor de fuerza. Ha conseguido el control juridic de la formación con la que el PDeCAT ha ido a las últimas elecciones, y bajo cuyas siglas Puigdemont pretende constituir el nuevo partido. Ahora la posición de fuerza del PDeCAT es débil y posiblemente se vea abocado a terminar pactando el acuerdo que quiera Puigdemont
Pero, por si todo esto fuera poco, se ha producido un impacto del todo demoledor: el magistrado de la audiencia nacional José de la Mata ha cerrado la investigación sobre el 3% y además al imputar a numerosas personas, los 3 últimos gerentes del CDC y 28 personas físicas, también ha imputado a 16 personas jurídicas: a la propia CDC, pero también al PDeCAT, que de esta manera es acusado de organización criminal, fraude a las administraciones públicas, cohecho y blanqueo de capitales. Es muy difícil, por no decir imposible, que una formación con este bagaje pueda concurrir a unas elecciones próximas. Por consiguiente, el escenario está claro, Puigdemont se llevará el gato al agua, porque lo sucedido incluso le facilitará aplicar el derecho de admisión. De todas maneras la carga jurídica del proceso puede también afectar en alguna medida a Junts per Cat , y sin duda tendrá un efecto imprevisto sobre el PNC, al menos en sus personas más visibles procedentes de la antigua Convergencia, no tanto porque sean responsables de nada, sino por el uso que harán los restantes partidos políticos, que por descontado se olvidarán del principio fundamental básico de la presunción de inocencia.