Joseph E. Stiglitz, Premio Nobel de Economía (2001), se propuso trabajar para luchar contra los paraísos fiscales. En esta lucha contra la evasión de impuestos, Stiglitz comenzó visitando a los responsables de Hacienda de los países más significativos de la economía mundial, empezando por el delegado de Hacienda de Estados Unidos, Paul O’Neill, a quien argumentó que si se recuperan los impuestos de las grandes fortunas escondidas en paraísos fiscales, el erario público aumentaría considerablemente y se podrían destinar muchos más recursos a servicios públicos.
La respuesta de Paul O’Neill fue bastante clara. Dijo: «Desengáñese Sr. Stiglitz, yo eso no lo haré, porque tengo mi dinero en un paraíso fiscal. Es decir: O’Neil no tuvo ningún inconveniente en reconocer impúdicamente donde tenía escondido su dinero.
Se estima que en el mundo hay más de 20 billones de dólares en paraísos fiscales, como Gibraltar, Mónaco, Liechtenstein, San Marino, Panamá, las islas Vírgenes, las Bahamas, las Caimán, Seychelles, Hong Kong, etc. La asociación profesional de Inspectores de Hacienda se queja de que los planes antifraude se centran exclusivamente en las rentas declaradas, pero no se hace nada para investigar los centros «offshore» de las bancas privadas, por donde se gestiona el paso del dinero opaco a los paraísos fiscales, fomentan el secretismo y favorecen la insolidaridad de gente corrupta y sin escrúpulos.
En resumen, que se mira con lupa la fiscalidad de la «buena gente», y se hace la vista gorda a los poderosos que esconden su dinero. Cuesta entender que un inspector de Hacienda no pueda solicitar el movimiento de dinero de los centros «offshore».
Mientras tenemos 20 billones de dólares en paraísos fiscales, en el mundo se mueren de hambre 60.000 personas al día. Sólo destinando el 10% del dinero escondido se podría resolver de forma estable el problema del hambre. Empezando por hacer llegar agua a los territorios empobrecidos. Una inversión de 20.000 € en pozos y canalización puede transformar el territorio. Eso sí, debe haber un asesoramiento en cultivo para una alimentación básica, y poco a poco tienes un colectivo que sale de la pobreza. La gente ya no marcha, aún puede vender los excedentes de la huerta en el mercado semanal y hacer un dinero.
Esta experiencia es real. Y ver un colectivo que pasa de una vida miserable a una vida digna es bastante gratificante. Stiglitz propuso un proyecto para devolver a la legalidad el dinero escondido en paraísos fiscales invirtiendo el 10% en territorios empobrecidos. El proyecto por el momento no ha salido adelante. Los departamentos de Hacienda de los gobiernos no se atreven a dar el primer paso. Y uno se pregunta: ¿quién manda? ¿El poder político o el poder económico? ¿Y el poder judicial por qué que no entra en esta cuestión que podría cambiar la fisonomía del mundo?
Estos días hemos celebrado la Navidad. El nacimiento del niño Jesús, que de mayor nos propone un nuevo estilo de vida: amar a los demás. Poniendo en práctica esta propuesta, y cambiándolo todo el egoísmo se transforma en solidaridad.