Paso a paso el País Vasco se va convirtiendo, sin darle el nombre, en un verdadero estado libre asociado, un escenario en el que el libro Más allá de la autonomía de Josep Miró i Ardèvol ya señalaba como el mejor objetivo para Cataluña.
El País Vasco hace este proceso paso a paso consiguiendo compensaciones importantes del gobierno Sánchez como las dos últimas: la prórroga del método de cálculo de la cuota vasca y el reconocimiento de las selecciones de pelota vasca y surf con una enmienda de la ley del deporte.
Sin embargo, este proceso paulatino tendrá su culminación global en principio en 2024 cuando presenten el nuevo Estatuto. Cabe recordar que el PNV no ha tenido ninguna prisa en reformar el suyo, a diferencia de Cataluña, y todavía mantiene el de 1979. Actualmente, hay una comisión en el País Vasco que trabaja para alcanzar el máximo consenso con el nuevo planteamiento que intentaría culminar ese estatus de libre asociación estatal, sin darle ese calificativo.
Los puntos básicos de esta revisión serían: el reconocimiento nacional, precisar y proteger el poder político que reconoce la Constitución de la invasión de leyes orgánicas del estado, la existencia de una instancia que no fuera el actual Tribunal Constitucional para dirimir los conflictos territoriales creando de este modo un nuevo árbitro y reconocer la capacidad de decidir su futuro en cada momento histórico de forma pactada y respetuosa con el ordenamiento jurídico.
No es poco, ni quiere decir que lo logren, pero tienen una hoja de ruta clara y es evidente que progresan en su consecución.
Esta realidad contrasta mucho con la situación catalana, en la que ERC ha renunciado claramente a una estrategia independentista, mientras que JxCat vive en un lío marcado por tres polaridades: los convergentes, los lauristas y Puigdemont, todo ello enmarcado por la dirección del secretario general que, o bien tiene gran astucia y espera su momento, o bien sencillamente no tiene autoridad suficiente para imponerse. En ese momento de esta película todo gira en torno a Trias. O él se presenta o la nada amenaza a la principal fuerza independentista. Pero, para mayor paradoja, cabe decir que sin el potencial del pasado, el independentismo sigue muy arraigado a escala popular. Podríamos decir que sobrevive.
La frustración es grande porque hay conciencia del engaño que se produjo en el pasado con el independentismo, a plazo fijo y a corto plazo las famosas estructuras de estado, que sólo existían sobre el papel en lo que respecta a las nuevas, mientras que las de siempre, caso de la policía autonómica, se han visto fuertemente deterioradas por la gestión de los gobiernos independentistas y, particularmente en esta última fase, bajo la dirección del conseller Elena, que, con su voluntad de imponer una feminización forzada del cuerpo de policía ha generado el estallido de la última crisis.
Mientras, la bolsa de resultados obtenidos del estado español y las competencias del nuevo estatuto no se ejercen. Ahora Nadal, nuevo conseller, reclama como desiderátum el cumplimiento de este Estatut. Es un viaje curioso lo que está haciendo la organización política de Junqueras: de empujar a Puigdemont a proclamar la independencia a asumir que lo que hay que hacer es desarrollar el autogobierno que se posee. Para este viaje no hacían falta tantas dramáticas vueltas.
Pero el paso del tiempo no perdona y lo que son problemas acaban convirtiéndose en crisis. Es lo que ocurre con la sanidad, que atraviesa una falta creciente de médicos y de personal sanitario. El agujero que no se resuelve aumenta por vías distintas: por la jubilación, algo perfectamente previsible, y la marcha a otras comunidades autónomas que pagan más, como Aragón, o sencillamente, dando un paso más a Francia.
También lo que eran problemas se van transformando en crisis estructurales. Nos referimos a la pérdida de control de barrios conflictivos donde un delito se convierte, no ya en algo habitual, sino en una acción de dominio sobre ese territorio. Sucede en parte del Raval en Barcelona, pero también en La Florida en L’Hospitalet, en Sant Cosme en El Prat, en la Mina de siempre, en Sant Adrià, en el barrio viejo de Tortosa y en barrios de Salt y de Girona, en una lista de territorios urbanos en crisis que va creciendo sin que las soluciones se hagan presentes.