Ha estallado como una bomba la decisión del Supremo de ordenar repetir el juicio a Otegi. No es para menos, él y la formación que lidera, Bildu, son una pieza básica en la recusación de Sánchez al gobierno. Y por esta razón el PSOE tiene abierto un frente externo e interno de crítica para todos aquellos que consideran que, Otegi en particular y esta formación en general, no han condenado explícitamente los crímenes de ETA.
El juicio significará poner en primer término aspectos de las actividades políticas de Otegi y el hecho de si intentó reorganizar o no la prohibida Batasuna.
Como siempre, las opiniones se dividen en dos campos totalmente contrapuestos: los que consideran que esto es una operación de los jueces para torpedear al gobierno, y los que creen que es una necesidad jurídica que tiene evidentemente consecuencias políticas.
Los hechos son estos: Otegi fue condenado y cumplió 6 años y medio de prisión como organizador de la formación política favorable a ETA, pero posteriormente el Tribunal de Estrasburgo consideró que este juicio no había sido justo, dando la razón a Otegi que acusaba al tribunal de falta de imparcialidad. Acatada la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, Otegi quedaba como si nada hubiera pasado desde el punto de vista de su responsabilidad, con 6 años y medio de condena completa encima, eso sí.
La razón fundamental para considerar que el tribunal no fue imparcial fue causada por la magistrada que lo presidía, Ángela Murillo, que con algunos de sus comentarios podía prejuzgar que no encararía la cuestión con la imparcialidad de un juez. Y eso fue suficientemente evidente para que el Tribunal de Estrasburgo diera la razón a Otegi.
Ahora, la Sala segunda del Tribunal Supremo ha ordenado repetir el caso asumiendo el criterio de la fiscalía que es quien lo ha pedido, bajo la lógica de que los hechos juzgados no pueden quedar impunes por un defecto de forma, como es la no imparcialidad de la presidenta, y que por tanto es necesario hacer un nuevo juicio con todos los pormenores. La Sala segunda se fundamenta también en el protocolo 7 del Convenio Europeo que contempla supuestos como éste, de repetición, cuando hay un defecto formal en el juicio.
Las consecuencias para Otegi de la sentencia serían nulas o en todo caso favorables porque como ha cumplido 6 años y medio, en caso de ser condenado, la pena ya estaría cumplida y si el Tribunal le absolviera, entonces podría ejercer el derecho a la indemnización correspondiente y que aún pondría más en la picota la sentencia inicial.
¿Qué podemos deducir de todo esto? Que si Otegi mantuviera la situación de meses atrás, cuando Bildu y él eran fuerzas de oposición, el juicio les habría resultado favorable para poder airear todo el discurso político crítico con la justicia española, sabiendo que no tendría consecuencias penales y que incluso podría sacar algo favorable. En todo caso tendría en sus manos un altavoz. Pero ahora su posición ha cambiado. Forma parte del » bloque del estado» y el juicio forzosamente les incomoda. Por tanto, no es el hecho de que aquel se produzca, sino el cambio de posición política que se ha producido, que determina el punto de vista sobre la actitud del Supremo.
Aunque hay un hecho añadido, el pasado día 14 de diciembre el ex diputado de UCD y diplomático Javier Rupérez firmaba un artículo «Una pistola Browning FN» en el que literalmente informaba que el comando que intentó secuestrar a Gabriel Cisneros, también diputado de la UCD, que intentó escapar y que fue gravemente herido por el grupo de ETA, era el «comando calimotxo» y estaba formado por Luís María Alcorta Maguregui («bigotes»), José María Ostolaza Pagoaga («barbas») y Arnaldo Otegi Mondragón («el gordo») que en concreto «utilizaba una pistola Browning FN de 9 mm. Parabellum». Estas declaraciones formaban parte de la instrucción, y correspondían a la declaración de una de las personas que habían participado en el asunto, de ciudadanía francesa, Françoise Maruhenda, que fue detenida y procesada y cumplió condena en prisión. Este asunto, grave y lejano en el tiempo, pero no tanto como para que los protagonistas no sigan presentes, recuerda que Otegi fue un miembro activo de la misma ETA antes que dirigente político. El pasado es el pasado, pero siempre tiene consecuencias sobre el futuro.