Poco ha tardado el nuevo Gobierno del presidente Sánchez en experimentar los choques del desgaste. El caso cubano ha aparecido de pronto como acostumbran a hacer los cisnes negros, y ha dejado descolocado a un Gobierno demasiado dependiente de Unidas Podemos en todo lo que se refiere a la Biblia progresista. En definitiva, es bien pobre que un Gobierno constitucional se haga un nudo gordiano con la calificación de dictadura para un régimen tan evidente como el cubano. Porqué si lo que hay en Cuba no es una dictadura, ya me contará de qué va su sistema político. Lo que podía haber quedado resuelto con una frase de paso se ha liado enormemente y sirve para examinar la calidad democrática de Sánchez.
Por si fuera poco, y coincidiendo en el tiempo, el Tribunal Constitucional ha resuelto que el estado de alarma y las limitaciones que se impusieron a los derechos fundamentales no eran constitucionales. Ciertamente, la sentencia es muy matizable, perfectamente discutible, pero es lo que hay, sienta jurisprudencia y permite continuar insistiendo en un punto realmente peligroso: Sánchez tiende a pecar de soluciones autoritarias como lo ejemplifica la anunciada reforma de la Ley de Seguridad Nacional que prepara el gobierno, que pretende establecer la requisa temporal de bienes privados, su intervención u ocupación, la suspensión de todo tipo de actividades y la movilización obligatoria de los mayores de edad. Además, pretende regular nuestros derechos fundamentales mediante una ley ordinaria, cuando la exigencia constitucional hace necesaria la garantía de una ley orgánica. Por último, culminando el abuso legal, es al Presidente del Gobierno y no al Congreso de los Diputados a quien correspondería la declaración que permite aplicar la ley.
Es un paso más en la mala dirección que tiene en el uso desmedido del decreto ley, otra manifestación grave en idéntico sentido. Reservado por la Constitución para situaciones de «extraordinaria y urgente necesidad«, ha sido aplicado sistemáticamente por Sánchez, hasta convertirse en el presidente que en mayor medida lo ha utilizado en relación al tiempo de su mandato. Hasta en 39 ocasiones en 36 meses de gobierno.
El resultado de estos dos graves asuntos es que 3 ministros nuevos se encuentran ante el foco de la tensión política. Se trata de Bolaños, hombre clave del actual Gobierno, que intervino de forma decisiva en la redacción de aquel estado de alarma, y de los dos ministros afectados, el de Asuntos Exteriores y la ministra de Justicia.
Pero, es evidente que no acaba aquí la cuestión, porque el frente exterior cada vez crece más y toma peores perspectivas. Se trata de la pérdida del turismo en el mes de julio, que ya puede darse como perdido, y el problema radica ahora en agosto, con unos preludios poco esperanzadores, porqué de entrada ya se han liquidado el 20% de las reservas que se habían efectuado a causa del crecimiento de la pandemia en España. Pero este problema irá a más, porqué la variante delta de la pandemia está lejos de ser controlada.
El hecho de que Cataluña haya impuesto, más tarde que pronto, el toque de queda siendo el principal receptor turístico de la península, ya señala por dónde van los tiros. FITUR daba por perdidos en relación al 2019 del orden de 20.000 millones de euros, pero esto era antes del desastroso crecimiento que la Covid-19 ha vuelto a alcanzar entre nosotros y, por lo tanto, lo previsible es que las pérdidas puedan ir a más. Las quejas contra la inoperancia del gobierno dejando a su aire a cada autonomía van a multiplicarse en la medida que el malestar en la población crezca.
Es necesario recordar que, por la mayor capacidad de contagio de la variante delta, la cifra del 70% de la población totalmente vacunada que debía alcanzarse dentro del mes de agosto ya no bastará para lograr la inmunidad de grupo, y será necesario alcanzar el 100% de la población, lo que nos sitúa claramente ya en pleno otoño. El riesgo de que la vacunación contra el SARS-CoV-2 se solape con la de la gripe, puede multiplicar el problema, junto con la ya de por sí grave incapacidad para tratar adecuadamente, desde la sanidad pública, todas las otras patologías, las que hasta la llegada de la pandemia llenaban nuestros centros de asistencia primaria y nuestros hospitales. Una referencia más aumenta la inquietud. Israel, que ha ido por delante de los acontecimientos, ha empezado a inyectar la tercera vacuna en las poblaciones de mayor riesgo, sin la prueba previa que determina que la inmunización no es suficiente. Por otra parte, y en un hecho insólito, la Organización Mundial de la Salud y la Agencia Europea de Medicamentos han hecho un llamamiento conjunto a los estados miembro para que, vista la gravedad de la situación, aceleren la vacunación. Es evidente que es un signo de que el horizonte está lejos de estar despejado.
Pero lo peor de todo es la irresponsabilidad, la inconsciencia y la reiteración de errores que siguen cometiendo tanto el Gobierno Sánchez como la Generalitat de Catalunya. Es una constatación más de que las desgracias nunca vienen solas.