¿Existe un cuerpo conceptual que pueda responder a ese nombre? Los de siempre lo negarán -lo extraño sería su asentimiento- a pesar de que la evidencia es palmaria.
Hay un pensamiento político propio específico de Cataluña desde el momento en que hay catalanes que a lo largo de la historia han pensado, actuado o ambas cosas, en el que hacer colectivo de Cataluña, desde Cataluña y por Cataluña. Se obvia esta realidad que se extiende desde la formación inicial de Cataluña en la Edad Media hasta nuestro tiempo.
La tarea, no del todo abordada, pero tampoco totalmente descuidada, es identificar los diez, doce nombres clave, aquellos cuya aportación significa un desarrollo del paradigma catalán o un cambio sustancial y exitoso dentro del mismo paradigma. Porque extraídos sus perfiles fundamentales de todos ellos y efectuada su articulación, obtendríamos aquel pensamiento político catalán, que para mejor servicio, aún podríamos exigirle otra condición, aunque suele ser implícita en la obra de todos ellos: haber representado su aportación a un legado colectivo de signo muy positivo para nuestro pueblo.
Cuando nos referimos a un pensamiento político catalán no presentamos ninguna idea nativista, al contrario, como lo señala Tonybee en su “Estudio de la Historia”, los países, los estados forman parte de unidades más amplias, llámense culturas o como hace él, civilizaciones, y por tanto, las aplicaciones locales del pensamiento de cada época corresponden a matrices culturales mucho más amplias que el propio país. Por citar un caso que, a pesar de su interés, tiene pocos estudiosos en nuestro país: la influencia del pensamiento de Maurras en la concepción de personas clave del Novecentismo catalán, Eugeni d’Ors entre otros.
La naturaleza histórica de Cataluña de ser un pueblo configurado muy pronto como nación, como explica Pierre Vilar en “Cataluña en la España Moderna”, con una fuerte conciencia de sí mismo y de poseer una cultura propia, en el sentido más completo de la palabra y al mismo tiempo no haber sido nunca un estado independiente, y sí siempre formando parte de unidades más grandes. Ha sido así desde su inicio como marca carolingia, su papel guía dentro del reino de Aragón y después como parte destacada de éste, Guerra Civil del s. XV incluida, en el ejercicio de sus Constituciones en el marco de la monarquía imperial española, hasta el enfrentamiento y derrota con la nueva casa borbónica en 1714, el interregno con la reivindicación carlista de los fueros, que termina enlazando con el nuevo paradigma del catalanismo político, que se articula con toda nuestra historia desde un renacimiento -la Renaixença-, que necesariamente pasa por una fase previa sólo cultural y, a partir de él, desplegarse, en unas coordenadas tan distintas del pasado como son las de finales del s. XIX e inicios del XX.
La característica común ha sido siempre esforzarse por un fuerte autogobierno, aplicándolo con exigencia, excepto en los períodos de decadencia que, precisamente lo son porque impera el mal gobierno. Estos elementos son comunes en el pensamiento político catalán: concepción nacional sobre todo cultural y en razón de ella política, articulación con instituciones estatales más grandes, con voluntad de leyes y gobernación propia, y esto es el pactismo.
Éste es un primer apunte en el ámbito de las ideas. Si bien, la clave de bóveda es la identificación de los nombres clave y sus aportaciones lejos de nuestra capacidad y, por tanto, intención de resolver ahora esta cuestión. Sencillamente, apuntamos una necesidad que sólo puede ser fruto de un trabajo colectivo y de alcance.
Pero si creemos, no en el terreno de las personas y sí en el de los conceptos estructurantes del pensamiento político catalán, otro factor decisivo: el del cristianismo.
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