Nos manipulan con la inmigración

La inmigración es una cuestión polémica y de primera magnitud política, como constatan todas las recientes campañas y resultados electorales. Es una cuestión que afecta a muchas personas y que contrapone dos derechos: el de buscar una vida mejor, por un lado, y el de salvaguardar el bien común de la sociedad, por el otro .

Por eso, debe ser tratado con cuidado, lo que significa cumplir dos cuestiones que de hecho se resumen en una. Plantearlo desde la verdad y reconocer la realidad son dos caras de la misma moneda, porque no existe verdad posible si no se reconocen los hechos como son, lo que obliga a matizar.

Es una evidencia que circulan noticias falsas sobre la inmigración para difamarla, pero también lo es que, en Catalunya y España, los grandes medios como La Vanguardia, El Periódico, TV3, la radio pública, la radio de los Godó, TVE, La Sexta, El País, practican el engaño sobre la realidad inmigratoria sistemáticamente.

Lo hacen cuando narran una y otra vez que la inmigración solo aporta beneficios y que los inmigrantes aportan más recursos a la hacienda de los que reciben. Faltan a la verdad. Primero, porque cuando se realizan las cuentas, se olvida que los inmigrantes que cotizan a la seguridad social, que no son todos ni mucho menos, también cobrarán la correspondiente pensión, y al introducir esta variable las cuentas son negativas en muchos casos.

De hecho, como lo reitera el economista Miquel Puig, que fue secretario de Asuntos Económicos y Fondos Europeos del Departamento de Economía y Hacienda de la Generalitat de Cataluña con el Gobierno de ERC, la inmigración crea puestos de trabajo con contribución fiscal negativa, que son todos aquellos que en términos monetarios de hoy se sitúan por debajo de los 22.000 euros y que abundan en determinados sectores como los vinculados a la hostelería y turismo.

Un ejemplo de las fake news para desmentir otra opuesta lo proporciona La Vanguardia en su sección de “Verificado”, que presume de tal fin: desmentir falsedades.

En su última verificación titulaba «La ONU no reconoce el reemplazo demográfico a través de la inmigración«. Explicaba que se había deformado un texto de este organismo titulado “Reemplazo migratorio: ¿Es una solución para las poblaciones en declive y envejecimiento?” como sostenían algunos mensajes en la red.

El titular daba a entender que la inmigración no produce tal reemplazo demográfico, lo que no se ajusta al contenido del informe de Naciones Unidas en absoluto, por tanto, se trata de un informe técnico y no entra en valoraciones de este tipo, y simplemente introduce previsiones de carácter demográfico en relación con una serie de países. Concretamente: Francia, Alemania, Italia, Japón, la República de Corea, Rusia, Reino Unido, Estados Unidos, Europa y la Unión Europea para los años 2000, 2025 y 2050.

El informe de La Vanguardia le hace negar algo que no niega, pero que además las cifras demuestran, en muchos casos, que sí existe un proceso de sustitución de una población por otra. No hace falta esperar informes de Naciones Unidas para ello.

En el caso de Cataluña y aún más en lo que se refiere a la ciudad de Barcelona, ​​este proceso de sustitución es evidente, cuando más del 20% de la población ya es de origen extranjero, cifra que asciende a 1/3 en el caso de Barcelona, ​​cuando la población comprendida entre los 30 y los 45 años se divide en proporciones iguales entre autóctonos e inmigrantes. Esto se debe a dos factores: una inmigración masiva y muy rápida, y una tasa de natalidad de las familias inmigrantes superior a las autóctonas.

Esta última razón intenta ser rebatida con la afirmación de que a largo plazo las tasas de natalidad de las familias extranjeras tienden a converger con las autóctonas. Esto es cierto, pero como siempre se olvida una matización que es muy importante: converger no es hacerse igual, y la diferencia entre una y otra, prácticamente medio punto sobre un valor absoluto que apenas supera la unidad, es todavía una diferencia muy grande, casi del 50%, como tasas de fertilidad, marca un proceso de sustitución, que con el paso del tiempo y ligado al continuo flujo inmigratorio, produce la sustitución pura y dura.

Esta diferencia es aún más acusada en la población de origen musulmán. En términos actuales, mientras que la tasa de fertilidad media de Cataluña se sitúa en 1,1, y si se descuenta la porción inmigrante, apenas se llega a un hijo por mujer en edad fértil, las musulmanas superan claramente a los 3 hijos. En este caso, convergencia a largo plazo, hay poca. Sencillamente, no quieren reconocer el problema, por lo que el problema crece.

Por ejemplo, mientras que es una evidencia estadística que los delitos de abusos infantiles en la práctica corresponden en términos absolutos a la población autóctona, en términos relativos, si se distribuye de forma equilibrada en función del peso de la población nativa y la inmigrada, es también otra evidencia estadística que en los abusos a mujeres el peso de los delincuentes de origen inmigratorio es aplastantemente elevado.

En el trasfondo de todo esto existe la realidad de que España no tiene ninguna política inmigratoria; puertas abiertas para toda la migración, entrada masiva, no tanto la de los cayucos y pateras, sino que valen las de los aeropuertos, porque entrar en España y convertirse en un inmigrante ilegal es lo más fácil del mundo. Basta con proponérselo.

Y esto es así, entre otras razones, porque el gobierno ha encontrado en esta inmigración masiva una forma fácil de maquillar sus resultados económicos en términos de producto interior bruto y empleo. El simple añadido de más población de forma rápida mediante la inmigración hace crecer el PIB y propicia empleos de baja productividad y, por tanto, de bajos salarios.

Todo esto permite exhibir cifras absolutas de crecimiento del PIB y de personas inscritas en la Seguridad Social. Pero, claro, cuando de esto se pasa a lo que realmente importa, porque mide la prosperidad de las personas, como es la renta per cápita, el montaje se hace evidente, porque se constata que pese a que crecemos económicamente como nadie en la Unión Europea, no convergimos en renta per cápita con ella. Aumenta lo que producimos en bienes y servicios cada año, pero, como lo hacemos a base de meter mano de obra de baja calificación y poca productividad, al repartir ese aumento, la parte que le corresponde a cada uno sigue siendo pequeña.

Esto sin contar el impacto inmigratorio en el caso de Cataluña en su lengua, que se encuentra en uno de los procesos de regresión más graves que ha registrado desde el siglo XX, y esto a pesar de las competencias en materia lingüística y educativa de la Generalitat. O sea que el problema es grave. Las presiones sobre los alquileres de viviendas de menor precio, la situación de la educación y de los servicios sociales saturados por esta inmigración masiva como es el caso catalán.

Es imperativo que se produzca una moratoria en la inmigración, que se entre en una fase muy selectiva que impida el crecimiento de puestos de trabajo de baja productividad y se atiendan a las necesidades calificadas, a la vez que se permite el reagrupamiento familiar de los que ya están aquí instalados. La entrada indiscriminada y masiva de personal extranjero, al menos hasta que las capacidades de atención y de integración en un modelo productivo mucho mejor se hayan resuelto.

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