Navidad íntima y el pesebre

El tiempo de Navidad empieza a tocar a su fin. Para la mayoría el día de Reyes es el último día de este mágico periodo. Litúrgicamente, la Navidad acaba con el Bautismo de Jesús, que este año es el 10 de enero. Ahora bien, según la tradición catalana el pesebre se deberá retirar el día de la presentación de Jesús, más popularmente conocido como la Candelaria, que se celebra el 2 de febrero, cuarenta días después de Navidad. La razón de esta tradición es que en el Evangelio de San Lucas la etapa de la infancia de Jesús termina con este episodio.

Posiblemente la Navidad sea la tradición con el imaginario colectivo más extendido en Cataluña. ¿Quien no asimila la Navidad con el pesebre, los pastores, la chimenea o el infante?, o en otra dimensión, ¿con la familia, el amor o la paz? La Navidad genera en todos una nostalgia del ya vivido, una alegría del presente y una esperanza de un futuro mejor.

De todas las tradiciones navideñas, posiblemente el pesebre sea la más icónica y la que sintetiza mejor la misma tradición y cultura. Las montañas hechas con corcho, el musgo o la nieve, junto con los pastores que van a adorar al Niño Jesús, ilustrados por el magnífico canto navideño de Joan Llongueres «Las figuras del pesebre» a las que se refiere como «Figuras eternas vida sencilla».

Concert Sant Esteve 1995 – Cor Infantil II de l’Orfeó Català

Así pues, podemos hablar de un pesebre profundamente arraigado en la misma fisonomía del territorio y al carácter de su gente. Pero no hay que olvidar que lo que si se representa en el pesebre, es un acontecimiento de hace dos mil años en Oriente Próximo. En el libro «Nuestro Pesebre» del capuchino fray Valentí Serra de Manresa, se nos  da  la clave de cómo esta unión es posible «la representación plástica del nacimiento de Jesús debía insertar en el corazón del paisaje de nuestra geografía catalana siguiendo la inspiración de lo que podríamos llamar la teología de la encarnación continuada, es decir, una plasmación plástica del misterio de la Navidad, reinterpretada en el pesebre por la cultura popular».

Observamos pues como el mensaje evangélico de Cristo es capaz de perseverar en un escenario diferente del original. El niño que nace en el establo, no nace a 4.000 km de distancia, sino que lo hace en el rincón de cada casa. Por lo tanto, el mensaje de Jesús como Salvador del mundo entra en el corazón de cada uno vestido de lo que nos es más cercano, más íntimo. El infante nacido es el más deseado para cada uno de nosotros, sentimos que forma parte de la familia, no es un extraño, sino aquel que ha venido a dar sentido a nuestra vida a través del amor.

En definitiva, en Navidad se celebra un acontecimiento histórico concreto, el nacimiento de Jesús, pero a diferencia de otras fiestas de memoria, el carácter de la Navidad es de luz y vida. Ya que a pesar de celebrar un acontecimiento histórico, la Navidad continúa hoy siendo motor de amor y esperanza . Y aunque hoy muchos no sepan la motivación profunda de esta festividad, las columnas que sostienen el significado de la Navidad continúan derechas, cada vez más débiles. Unas columnas que son la alegría de saber que Cristo se encarnó para salvar a los hombres por la sencilla y maravillosa razón que nos ama. Trabajemos para que estas columnas perseveren y fortalezcan.

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