Alasdair MacIntyre (1929-2025) ha sido un destacado filósofo escocés-estadounidense, que falleció el 21 de mayo de 2025 a los 96 años. Conocido por sus profundas contribuciones a la ética contemporánea y por haber reintroducido la perspectiva aristotélico-tomista en los debates filosóficos modernos.
Nacido en Glasgow, Escocia, MacIntyre estudió en Londres y Manchester, comenzando una fructífera carrera académica en diversas universidades del Reino Unido y Estados Unidos, culminando su trayectoria en la Universidad de Notre Dame.
El pensamiento de MacIntyre experimentó varias transformaciones significativas.
Inicialmente interesado en armonizar marxismo y cristianismo, fue miembro brevemente del Partido Comunista británico, pero lo abandonó decepcionado por la realidad del comunismo soviético. Durante los años 60, enfrentó una profunda crisis intelectual y espiritual, abandonando temporalmente tanto el marxismo como el cristianismo, para después recuperar progresivamente la tradición aristotélica, culminando en una conversión al catolicismo en 1983. Esta conversión fue fruto de su profunda exploración intelectual, en particular al estudiar y tratar de refutar la filosofía tomista de Santo Tomás de Aquino, encontrando en ella una solidez racional que finalmente lo convenció.
La obra más influyente de MacIntyre es “Tras la Virtud” («After Virtue») (1981), donde diagnostica una crisis moral profunda en la modernidad occidental. Según él, esta crisis surge del fracaso de la Ilustración para proporcionar una ética coherente y universal con capacidad de establecer un fin último o propósito humano (telos). Al eliminar esta teleología, la Ilustración fragmentó el lenguaje moral, conduciendo al relativismo y al emotivismo ético, donde los juicios morales se reducen a preferencias subjetivas y las discusiones morales se convierten en debates interminables e insolubles.
¡La instancia más poderosa de todo el país convertida en víctima!
Nuestro siglo ha llevado al máximo este paroxismo que MacIntyre supo ver en 1981, MacIntyre ilustró esta situación con la analogía de una sociedad postapocalíptica, en la que quedan solo fragmentos desconectados del conocimiento ético tradicional, dejando a las personas incapaces de resolver racionalmente sus dilemas morales. El emotivismo radical, por ejemplo, explica la pugna actual para que, incluso, los poderosos se presenten como víctimas, para ganar el beneficio público. El Gobierno Sánchez y sus reiteradas presentaciones victimistas son un ejemplo paradigmático de ello. ¡La instancia más poderosa de todo el país convertida en víctima!
Para MacIntyre, superar esta crisis requiere redescubrir y cultivar las virtudes dentro de comunidades auténticas. Él afirma que la vida ética solo puede desarrollarse plenamente en el contexto de una tradición viva y coherente que ofrezca un marco narrativo compartido y una visión común del bien humano. Así, rechaza el individualismo liberal dominante y aboga por la recuperación de comunidades éticas capaces de mantener vivas tradiciones morales sólidas, comparando nuestro tiempo con el colapso del Imperio Romano y la posterior preservación cultural realizada por las comunidades monásticas de San Benito.
En su otra gran obra, «Tres versiones rivales de la ética» (1990), MacIntyre contrasta tres maneras fundamentales de abordar la ética: la visión ilustrada de una racionalidad neutra, la genealogía nietzscheana que reduce la moralidad al poder, y la tradición, que él defiende, basada en el reconocimiento consciente de la racionalidad inherente a cada tradición ética particular.
Para MacIntyre, toda ética está situada históricamente y se entiende plenamente solo desde dentro de una tradición. Esto no implica relativismo absoluto, pues él cree posible comparar racionalmente tradiciones según su capacidad para resolver dilemas y fomentar una vida virtuosa y coherente.
En esta línea, MacIntyre desarrolla el concepto clave de «práctica», actividades sociales estructuradas en las que se cultivan virtudes específicas necesarias para alcanzar bienes internos propios de esas actividades, como la medicina, la educación o la ciencia. Las virtudes no son principios abstractos, sino hábitos adquiridos mediante la participación activa en prácticas comunitarias que tienen estándares compartidos de excelencia moral y profesional.
La visión ética de MacIntyre es, por tanto, integralmente comunitaria y narrativa: solo dentro de una comunidad auténtica, sostenida por prácticas sociales compartidas y tradiciones morales coherentes, puede la persona humana desarrollar plenamente su virtud y perseguir su bien último. Este enfoque revaloriza profundamente virtudes clásicas como la prudencia, justicia, y humildad, además de reivindicar virtudes relacionadas con la dependencia mutua y la vulnerabilidad humana, conceptos ampliamente desarrollados en “Animales Racionales Dependientes” («Dependent Rational Animals») (1999).
La relevancia del legado filosófico de MacIntyre radica en su lúcida crítica al liberalismo individualista y su llamado a reconstruir comunidades morales genuinas. Su propuesta ha resonado profundamente no solo en la ética filosófica, sino también en debates culturales, educativos y religiosos, ofreciendo una alternativa sólida al relativismo moderno.
Al fallecer este mayo de 2025, MacIntyre deja un legado filosófico que continúa desafiando y enriqueciendo la reflexión ética contemporánea, recordándonos la importancia fundamental de la virtud, la tradición y la comunidad en la búsqueda de una vida auténticamente humana.
Su propuesta ha resonado profundamente no solo en la ética filosófica, sino también en debates culturales, educativos y religiosos, ofreciendo una alternativa sólida al relativismo moderno Compartir en X