Europa tiene dificultades para interactuar socialmente de manera adecuada y producir la conducta correcta. También padece de estrabismo, es decir, de ojos torcidos que le dificultan en gran manera percibir la profundidad de los hechos reales.
Hoy toda su fijación está centrada en alimentar la continuidad de la guerra de Ucrania sin buscar soluciones para la paz, bajo la falsa premisa de que la agresión rusa a este país es el preludio de una acción contra toda Europa, como si fuera posible para el ejército de una economía de la dimensión de Italia enfrentarse a las fuerzas europeas, más cuando demuestra sus limitaciones para conseguir resultados ante unas fuerzas militares tan improvisadas como las ucranianas.
Según Our World in Data, y desde que hay registros, 1989, hasta el 2022 se han producido 3,3 millones de muertos combatientes y civiles. Estas bajas no incluyen las debidas a enfermedades o el hambre como resultado del conflicto, sino las directamente producidas por el enfrentamiento bélico. Por lo tanto, el número real de víctimas es mucho superior.
Pues bien, más de la mitad, 1,7 millones, se han producido en África, el gran ignorado de Europa. En Oriente Medio y Asia se produjeron respectivamente 650.000 y 570.000. Y Europa y América son los que registraron una menor cantidad de muertos, 210.000 y 170.000 respectivamente.
El ránking de países con más daños lo encabeza Ruanda con 772.000, seguido de Siria con 400.000, Afganistán con 320.000, Etiopía con 180.000, Eritrea con 140.000, República Democrática del Congo con 130.000, Irak con una cifra equivalente, México con 94.000, Ucrania con 91.000 y, finalmente, Sri Lanka con poco más de 50.000.
El genocidio de Ruanda es una de las grandes masacres de nuestro tiempo, como lo han sido Siria y Afganistán. Ucrania, el más reciente, ocupa un lugar destacado pero lejos de los grandes sucesos mortales. África se lleva la palma, y aparece con relevancia México, pero no porque haya una guerra, o mejor dicho sí que hay una guerra, pero no es entre fracciones políticas directamente, sino entre delincuencia organizada y parte del estado.
De hecho, de este conjunto de muertos, 1,7 millones están producidos por guerras civiles. 1,1 millones, y esto es muy llamativo, son fruto de la violencia del estado o de fuerzas armadas no estatales contra la población civil, y este es el caso de México. Y en estos dos fenómenos se concentra la mayoría de muertos. 320.000 son conflictos entre fuerzas armadas que no son estatales y solo 220.000 pueden considerarse muertos generados por conflictos bélicos entre estados, que es claramente el caso de Ucrania.
Aquí tienen una radiografía de la violencia masiva en nuestro tiempo y podemos constatar cómo las amenazas interestatales son mínimas y que el problema radica en las guerras civiles, por un lado, y los enfrentamientos o los ataques de fuerzas que quieren imponerse sobre la población civil, sean delincuentes como en México, sean fracciones políticas como pueda suceder en Etiopía o en Siria, por el otro.
Ante esto hay que constatar dos hechos. La UE vive ausente de todos estos peligrosos fenómenos y es insolidaria con el drama africano. El otro es que el rearme de la OTAN no es la respuesta a los conflictos más mortales de nuestro tiempo.