El expresidente Carles Puigdemont ha planteado este jueves 26 en un mensaje difundido por vídeo, la reiterada petición de Torra de que se aplique el confinamiento total, porque no «puede menospreciar la vida de la gente desautorizando las medidas que salvan vidas, como las que propone el Govern«, medida para la que cuenta con «el consenso del mundo local«.
Aunque no está nada claro que las grandes poblaciones, empezando por la de Barcelona y aquellas que se asientan sobre una base industrial que aún se mantiene, compartan por entero su punto de vista. El problema de esta medida radica en definir con claridad cuál es la actividad que debe cesar, y esto no es fácil por la interrelación entre actividades vitales y otras que en principio no lo son, pero que resultan imprescindibles para que las necesarias puedan funcionar bien.
El Gobierno español se ha venido negando hasta ahora a adoptar esta medida, porque ciertamente las normas que rigen en España son de las más estrictas de toda Europa, porque impiden incluso que puedan salir a la calle los niños o que se pueda realizar un mínimo de ejercicio en la vía pública y en los espacios comunes. Esto más la carencia de sol en un confinamiento que se prolongue va a comportar problemas que en condiciones normales serían de fácil solución, pero que ahora pueden triplicar los daños.
Por otra parte, existe la duda de cómo conseguir un relanzamiento rápido de la economía cuando la situación mejore, si ésta ha dejado de funcionar en su práctica mayoría. También es un dato mayor la necesidad de que una parte del sector industrial español se ponga a producir y adapte sus sistemas para satisfacer ampliamente las necesidades en material sanitario.
Hoy en día parece que en el Gobierno español surgen voces que piden un mayor confinamiento, lo que acabaría dando la razón a Torra. Unidas Podemos en peso presiona en este sentido. Una modificación de estas características por parte de Sánchez desautorizaría plenamente al coordinador el doctor Simón, que en la rueda de prensa del miércoles pasado se refería a la proximidad del pico de la curva a partir del cual se estabilizaría la cifra de contagios. Si ahora se adoptaran medidas todavía más constrictivas, después de la reciente prolongación del Estado de alarma, demostraría que el Gobierno carece de un criterio bien fijado, piensa que la situación puede seguir empeorando, y en definitiva se autoasentaría un golpe considerable a su credibilidad.
Un dato que no es menor y que merece un análisis pormenorizado en otro momento, es el papel de Jaume Asens y su estrecha relación política con Puigdemont. Su cargo privilegiado en el partido, que hoy forma parte del Gobierno, y el ser miembro de la Mesa del Congreso, lo convierte en un canal de influencia destacado de las tesis de Puigdemont-Boyer. Este último es, no se olviden, el estratega de la ofensiva contra el estado, y a la vez estrecho amigo de Asens.
En su intervención Puigdemont ha fabricado alguna frase de tintes catastróficos, “la esperanza es un lujo que no podemos permitirnos”, si bien en sus palabras posteriores ha matizado aquella afirmación, fundamentando la existencia de dicha esperanza en la racionalidad basada en 3 puntos: la capacidad de los profesionales sanitarios, la actitud de la mayoría de la población y la confianza en la investigación a la que es necesario dotar de más recursos. No deja de ser llamativo el que entre las causas que mueven a la esperanza, no se encuentre ninguna referencia a las políticas públicas contra la pandemia que está desempeñando, no ya el Gobierno español, sino la propia Generalitat.
Puigdemont: “la esperanza es un lujo que no podemos permitirnos” Share on XSi nos tomáramos con rigor la intervención del expresidente, multiplicaríamos necesariamente las grandes dudas que existen sobre el grado de acierto en combatir el virus que están demostrando las administraciones públicas. Pero este pensamiento, inducido por el razonamiento de Puigdemont, resultaría desolador, porque es en el estado donde radican los recursos para combatir, frenar y ganar a la pandemia.
El hombre de Waterloo, ha citado en términos muy vagos a la Organización Mundial de la Salud para apuntar que se perdió la oportunidad de actuar a tiempo hace dos meses, y esto encierra una crítica tanto para el gobierno del Estado como de la propia Generalitat, de la que, quizás, el expresidente no haya sido muy consciente en el momento de formularla. También es una crítica a la gran concentración que él mismo promovió en Perpiñán, el día 7 de marzo, el equivalente a lo que el Gobierno español y las feministas hicieron para el día siguiente, sin atender que el día 3, el Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades había solicitado a los gobiernos que no se realizaran grandes concentraciones de personas.
Puigdemont ha concluido su discurso deseando «mucha suerte a todos», reconociendo el trabajo de los profesionales que están «en primer línea» y de la sociedad y asegurando que, tras esta crisis, será necesario «encontrar un país que pueda redirigirse«. Un país formado por una «sociedad que pueda reconstruirse sobre los valores que nos han hecho ser como somos, la solidaridad y la fraternidad«. Ninguna referencia por tanto a la República y a su consejo, que él dirige, ni a un futuro estado independiente.
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