Menos luto y más hechos: qué revela la muerte del papa Francisco

La muerte del papa Francisco ha sido un acontecimiento global, no solo por su condición de líder religioso, sino por su impacto moral y simbólico en todo el mundo. Lo demuestra la reacción insólita de unidad entre dirigentes tan dispares como Donald Trump y Pedro Sánchez, Salvador Illa e Isabel Díaz Ayuso, que coincidieron en declarar tres días de luto oficial. Esto dice mucho, no solo de Francisco, sino de lo que representa la figura del papa en nuestro tiempo: una voz autorizada y transversal en un mundo fragmentado.

Como ya ocurrió con Juan Pablo II, la institución papal sigue ejerciendo un liderazgo moral que desborda las fronteras confesionales. Y esto a pesar de los intentos de marginar la fe cristiana a nivel público. Más allá de las personas concretas, el reconocimiento global a Francisco pone de relieve la vigencia de la cultura cristiana como referente ético, social y político.

Pero ese duelo institucional contrasta con una realidad incómoda.

En las ciudades españolas, cada vez hay menos niños y mascotas, más gente durmiendo en la calle y menos capacidad de actuar. Las ayudas prometidas para los enfermos del ELA no llegan. Una ley para combatir la pobreza se atasca en el Parlamento. Y mientras, el gobierno aprueba un aumento de 10.500 millones en gasto militar. Todo esto, en medio de las lágrimas oficiales por el Papa que clamaba -precisamente- contra el rearme, a favor de los pobres y denunciaba el aborto.

La cultura cristiana no es solo liturgia y creencias. Es un legado civilizador que ha dado lugar a instituciones como hospitales, escuela, universidad o derechos humanos. También es la base de un sentido común ético que reconoce el valor de toda vida humana, especialmente la más vulnerable. Negar ese legado no nos hace más neutrales; nos hace más cínicos.

Por eso sería necesario que la sociedad, los partidos, las familias y las entidades recuperaran este referente. No como una imposición, sino como una inspiración para hacer política con alma y responsabilidad. Es hora de dejar atrás el ritual vacío y asumir un compromiso real con los valores que Francisco –como tantos otros papas– ha defendido: la dignidad humana, la solidaridad, la paz.

Menos luto y más hechos. Esta sería la mejor manera de honrarlo.

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