Es un hecho que se da pocas veces y que señala a las personas vetadas como no deseables porque tienen en su vida política elementos que les excluyen de la visibilidad pública.
Este asunto normalmente se da en casos excepcionales y muy concretos de políticos que tienen algún caso abierto con la justicia, o que han sido motivo de algún tipo de escándalo. Sin embargo, el original del actual escenario es que este veto a su presencia pública con un motivo tan destacado como lanzar una nueva fuerza de izquierdas que quiere reagruparlos a todos, es que son líderes de sus respectivas formaciones y que ocupan cargos ministeriales.
Quizás en un mundo tan extraño como el actual, en el que una ley quiere mutilar a un niño de 8 años de manera irreversible porque a esa edad se encuentra a disgusto con su propio cuerpo, no sorprende ya nada y puede parecer normal que Yolanda Díaz, con motivo del primer acto de presentación de Sumar, su nueva y personal organización, haya indicado específicamente a Irene Montero, Ione Belarra y Alberto Garzón, líderes de UP y de IU respectivamente y ministros del gobierno español, así como a Ada Colau y a Iñigo Errejón que no se hagan presentes en este acto que tendrá lugar este viernes en Matadero Madrid.
Es un signo terrible del grado de deterioro de la política española que gente de su misma cuerda censure la presencia de ministros que teóricamente tienen una alta representatividad y responsabilidad, en nombre precisamente de algunas de estas fuerzas que Díaz quiere reunir.
Y qué decir del veto a Ada Colau, que sí estuvo presente –hay que recordarlo- en el inicio frustrado de la presentación de esta nueva alternativa de Díaz, cuando se llevó a cabo el acto “Nuevas Políticas” en la ciudad de Valencia y a la que acudió Colau evidentemente y también la ahora defenestrada Mónica Oltra. ¿Quién puede votar a partidos como estos o el de Iñigo Errejón cuando a la hora de hacer algo mayor y más importante y presentarlo en público se les prohíbe la asistencia?
La razón dada, que quiere el protagonismo de la sociedad civil, no explica nada, porque todas esas personas que aceptan mesillamente el veto de Díaz podrían haber asistido sencillamente entremezclados entre el público. No tenían por qué ocupar un lugar destacado en las primeras filas, y éstas podrían reservarse por eso tan magmático que se llama sociedad civil.
Hay que decir que es algo más que revela la profunda crisis política y también institucional en la que vive España y de la que Cataluña no es excepción. La censura a ministros es algo que debería ofender al propio Sánchez porque un gobierno constituye un todo solidario y corresponsable, y no se puede separar el respeto a la persona del cargo que ocupa.
Todos los afectados que demuestran una conformidad franciscana se excusan que otras personas de su formación asistirán. ¡Sólo faltaría! Si se trata de un primer acto que quiere reagrupar a toda la izquierda más allá del PSOE, no tendría sentido si no asistieranpersonas de estas formaciones.
La cuestión no es esa, porque su presencia cae por su propio peso. La cuestión grave sobre la que hay que situar el foco es el veto en Montero, Belarra, Colau, Errejón y Garzón. Esto es lo que es grave y señala una sociedad en la que se cancela la presencia de políticos destacados con responsabilidad de gobierno incluso si son de la misma cuerda.