Los diosecillos se han vuelto locos y nos llevan a la guerra

En los últimos quince días, varios políticos europeos y líderes de la Unión Europea han hecho llamados explícitos al rearme y al fortalecimiento de la defensa ante la amenaza rusa, subrayando el riesgo de ataques híbridos —drones, sabotajes e incursiones aéreas— que ponen en tensión la seguridad colectiva.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha señalado en declaraciones ante el Parlamento Europeo y en encuentros con mandatarios que Rusia está “testando a la Unión Europea” y busca sembrar división y ansiedad en las sociedades mediante una guerra híbrida que combina acciones convencionales y no convencionales: incursiones de drones en espacios aéreos de Estados miembros, actos de sabotaje y agresiones informáticas. Von der Leyen enfatiza que la UE no permitirá que Moscú alcance ese objetivo y apuesta por reforzar las capacidades defensivas comunitarias, proponiendo medidas como un “muro de drones” y una vigilancia reforzada en el flanco oriental.

Otros líderes, como la primera ministra danesa, Mette Frederiksen y el presidente francés Emmanuel Macron, han denunciado públicamente esa guerra híbrida y han subrayado la necesidad de un ambicioso plan de rearme europeo, con mayor gasto en defensa y preparación militar conjunta. Macron, en particular, ha impulsado en París la movilización de jefes de Estado Mayor para definir garantías de seguridad creíbles para Ucrania y Europa, defendiendo una respuesta “operacional” y sin debilidad frente a la confrontación con Rusia.

En una cumbre informal en Copenhague, los líderes de la UE debatieron estas amenazas híbridas y la urgencia de reforzar de manera sustancial la defensa aérea y las capacidades militares, impulsando la cooperación y explorando mecanismos de financiación común —préstamos o deuda compartida para material bélico—. Existe una preocupación generalizada por posibles ataques con drones rusos, espionaje aéreo y sabotajes destinados a socavar la seguridad y la unidad europea, por lo que la mayoría de los asistentes coincidió en acelerar los planes de rearme y la defensa común para afrontar un contexto geopolítico de creciente tensión con Moscú.

En resumen, la intervención política europea en las últimas dos semanas ha sido un llamamiento unido y urgente a reforzar la defensa frente a una supuesta guerra híbrida rusa, con declaraciones contundentes como las de Von der Leyen en el Parlamento Europeo, que advierten del riesgo real de ataques y promueven la coordinación de respuestas políticas y militares conjuntas para proteger la estabilidad del continente.

Anders Fogh Rasmussen, ex-secretario general de la OTAN (2009–2014), contribuyó a elevar la alarma con su advertencia: “Nadie está a salvo. No descarto ataques rusos contra países del sur de Europa”.

Pero la realidad demuestra que la amenaza rusa, tomada en su conjunto, es una entelequia si se compara en términos convencionales con la capacidad militar agregada europea: veamos las cifras.

El gasto en defensa de los países europeos miembros de la OTAN en 2025 ronda el 2,1% de su PIB agregado, equivalente a aproximadamente 381.000 millones de euros, según estimaciones de la Agencia Europea de Defensa. Los aliados europeos y Canadá alcanzan de forma conjunta el 2,27% de su PIB en inversión militar, y la OTAN ha fijado como horizonte el 5% del PIB para 2035, lo que supondría cerca de 900.000 millones de euros anuales.

Rusia, por su parte, destinará 133.630 millones de dólares (126.844 millones de euros) a defensa en 2025, lo que representa el 6,31% de su PIB estimado para el año. El PIB nominal ruso para 2025 se sitúa —según las fuentes que manejan esas estimaciones— en torno a 2.052–2.195 mil millones de dólares (1.920–2.100 mil millones de euros). Si se compara el tamaño de su economía con el de países europeos, se aproxima al de Italia, cuya economía también supera los dos billones de dólares (alrededor de 1,9 billones de euros), y queda muy por debajo de economías como la de Alemania, Francia o el Reino Unido.

Resumen comparativo:
  • Europa OTAN (2025):

PIB agregado:  18 billones de euros.

Gasto en defensa:  381.000 millones de euros (2,1% del PIB).

  • Rusia (2025):

PIB:  2.052–2.195 mil millones de dólares (1.920–2.100 mil millones de euros).

Gasto en defensa:  133.630 millones de dólares (126.844 millones de euros; 6,31% del PIB).

El PIB ruso es comparable al de Italia.

Estos datos señalan, con contundencia, tres realidades esenciales:
  1. La capacidad militar convencional rusa es reducida en términos agregados frente al potencial europeo; una fuerza atacante necesita una superioridad clara para imponerse por la fuerza.
  2. El esfuerzo ruso por mantener su potencia militar es muy elevado en proporción a su economía (6% del PIB), mientras que el esfuerzo europeo es relativamente inferior; un punto adicional de PIB en gasto —pasar del 2,1% al 3%— acercaría el esfuerzo europeo al total del gasto militar ruso actual; para equiparar ese aumento Rusia tendría que multiplicar su esfuerzo al doble, una tarea económicamente ruinosa. En términos sencillos: el potencial económico-militar de Rusia se asemeja al de Italia, y por ello resulta dudoso que Moscú pueda imponerse por medios convencionales a toda Europa.
  3. Con todo, existe una diferencia crítica: Rusia posee un arsenal nuclear amplio y disuasorio, capaz de infligir devastación masiva. Ese poder nuclear es el peligro real que es preciso evitar: que, ante la presión o la sensación de cerco, Moscú recurra —aunque sea de forma limitada— a su capacidad nuclear para evitar lo que percibe como una agresión, lo que podría desencadenar una respuesta en cadena con consecuencias catastróficas. La lógica de la escalada nuclear es el riesgo central que debe prevenirse.

Ante esta disyuntiva, ¿qué hay que evitar y cómo proceder?

El camino emprendido en muchos escenarios occidentales es, paradójicamente, el contrario al necesario. El problema esencial es la desconfianza mutua. Por tanto, la política prudente pasa por hablar, no por amenazar; por construir paso a paso garantías concretas que generen un estado creciente de confianza. Eso incluye reabrir cauces de diálogo, recuperar relaciones comerciales y reactivar la cooperación con Rusia en los ámbitos posibles: esa es la única clave realista. Frente a un gobierno y un régimen con el que se puede discrepar y diferir, existe la posibilidad de negociar y pactar medidas que reduzcan riesgos.

Dejarse llevar por la lógica hipersensible del gobierno ucraniano —que busca resolver su conflicto ampliando la confrontación total con Rusia— sería suicida. No se puede aceptar esa dinámica. A pesar de ello, en eso están nuestros diosecillos que nos gobiernan. No podemos permitirlo.

Líderes de la UE llaman al rearme ante ataques híbridos: drones, sabotajes y ciberagresiones. ¿Es la respuesta militar la única salida? #Europa #Defensa #Rusia #Drones Compartir en X

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