El más reciente de los conflictos que desgarran nuestro tiempo es el enfrentamiento entre Ayuso y Casado, que difícilmente puede tener un buen final y que tiene una repercusión más allá del propio PP, porque el hecho de que éste sea la alternativa de gobierno hace que una crisis estructural de la organización altere, a su vez, los ya desequilibrados contrapesos con los que viene funcionando la democracia española.
Por otro lado, y según se resuelva, puede significar un impulso formidable para Vox. Y éste es otro de los conflictos, el de la estigmatización de este partido. Desde una perspectiva racional, y a partir de los hechos, es necesario preguntarse por qué partidos como UP y el PC, que cuestionan todo el actual sistema institucional y muchos de los fundamentos de nuestra sociedad, pueden estar gobernando, y en contrapartida Vox no puede hacerlo. Las reformas que plantea Vox, por ejemplo el sistema provincial, las quiere llevar a cabo en el marco de las reglas de la Constitución y, por tanto, mediante procedimientos que nuestro sistema acepta plenamente.
Que Vox se oponga, por ejemplo, a una ley como pueda ser la de la lucha contra la violencia de género tampoco es razón suficiente para excluirlo del juego democrático, porque las leyes en una democracia liberal como la nuestra son procedimentales y no dogmáticas y pueden ser cuestionadas y cambiadas de acuerdo a los procedimientos. Lo peligroso no es querer cambiar las leyes de acuerdo con las reglas, sino querer declarar que hay leyes que son intocables. Esto es lo que no es democrático. Es raro que se pueda pactar sin problemas con Bildu, que siguen siendo los herederos confesos de la trayectoria de ETA, y que al mismo tiempo se rechace a Vox. E incluso se plantee la cuestión, como hace algún periodista exaltado, en términos de doctrina europea.
Y los conflictos también desgarran el país entre independentistas y no independentistas. Y por si fuera poco, dentro de cada campo las hachas van que vuelan. Vivimos en una especie de muñeca rusa del conflicto, una Matroska, y cada vez que abrimos una muñeca de un conflicto aparece una más pequeña, y una tercera y así sucesivamente.
Se ha abierto también, por parte del estado, el conflicto con la Iglesia católica, adoptando unas decisiones difícilmente compatibles con el ejercicio de la justicia, como es investigar los casos de pederastia, pero sólo aquellos cometidos por personas pertenecientes a la Iglesia católica o en algunos de sus centros, escuelas, etc. Es como si quisieran investigar los robos y dijeran que sólo considerarían los cometidos por los gitanos. Es evidente que frente a esta actitud se levantarían voces denunciando que era una actitud racista la que impulsaba un enfoque sesgado.
Este hecho es aún más evidente si se considera que, de acuerdo con los datos de la última década, sólo el 0,2% de los casos han sido cometidos por sacerdotes y religiosos. O en otros términos, para cada presunto delito de uno de estos perfiles se han producido 18 ocasionados por maestros y profesores, en su mayor parte dependientes del estado. ¿Por qué se sitúa el foco en el 1 y no en el 18? ¿Por qué en el 0,2% y no en el 99,8% restante? Aquí se ha abierto un conflicto que va mucho más allá de la pederastia y que marcará esta década, como mínimo.
Dentro de la UE es también la conflictividad la que define el escenario, en una situación de pleno enfrentamiento con Rusia ocasionada por una larga cadena de errores. Además la UE se permite acentuar hasta límites insostenibles la presión contra dos de sus Estados miembros, Hungría y Polonia, el 5º mayor, a partir de la sentencia del Tribunal de la UE que le otorga la posibilidad de no entregar fondos a los mismos países que vulneren los valores comunes de la UE. Lo que parece razonable, en realidad sitúa el foco sólo en 2 países, los ya mencionados de Centroeuropa y, por otra parte, no queda nada claro en qué consisten estos valores comunes.
¿Es el respeto a los derechos civiles y políticos? Pues, entonces, España acaba de aprobar una modificación del Código Penal que los vulnera gravemente, porque liquida el derecho de reunión en las inmediaciones de las clínicas abortistas. De hecho, la lista de vulneraciones de los estados miembros es grande, pero parece que sólo se tienen en cuenta aquellas que, por ejemplo, no permiten la enseñanza de las doctrinas de género y de LGBTI en la escuela, con lo que éste tema resultaría que ha entrado por la puerta trasera en los valores comunes de la UE. Lo que evidentemente es irregular porque éstos están bien definidos, escritos y no contempla cuestiones como la del género ni otros similares. Porque una cosa es no discriminar y otra muy distinta es adoctrinar con una determinada visión sobre la naturaleza humana.
Y mientras Europa se rasga y se enfrenta con Rusia, se ve en la obligación de empezar una retirada vergonzosa, la que hace Francia en Malí del área del Sahel , con la contrapartida inmediata de la presencia de fuerzas irregulares rusas que ocupan el hueco dejado y pertenecen a la compañía Wagner.
Mientras Europa se encara con el este, Rusia va ocupando posiciones estratégicas a sus espaldas. Ya es la potencia hegemónica en Oriente Medio, por su implantación en Siria y su relación con Irán. Y se va extendiendo por el conjunto de África, empezando por el estado fallido de Libia y siguiendo por parte de la zona precisamente tan sensible del Sahel, porque es donde operan con éxito las franquicias de Al Qaeda y Estado Islámico.
Todo ello da una inmensa sensación de desorden. Es como un escenario de títeres en el que cada figura lleva un garrote en la mano y va descargando golpes a troche y moche sin que importe demasiado el resultado.
Lo complicado de todo es que ya no hay visiblemente una gran autoridad liberadora. El papa Francisco no es Juan Pablo II, ni EEUU inspira con el presidente Biden la confianza de saber que, en último término, detrás de todo hay un muro sólido y fiable.