El sistema político español de democracia representativa, fundamentado en la Constitución de 1978, que ha hecho posible un largo periodo de paz y desarrollo, tiene planteado hoy un problema decisivo: el reparto del poder en la organización territorial del Estado, junto con otros de gran entidad: deuda pública, pensiones, desempleo, sistema educativo y régimen laboral, etc. La resolución de todos ellos exige un gobierno estable con suficientes apoyos parlamentarios, y una política más centrada en la conciliación que en el enfrentamiento.
Lejos de ello, la situación actual está marcada por enfrentamientos interminables, y también por la incertidumbre y la inestabilidad en una dimensión tal que puede desembocar en una crisis de estado.
¿Estamos a tiempo de evitarlo? Sí, pero es urgente trabajar desde ahora para alcanzar dos objetivos: recuperar la centralidad en política y construir una nueva opción electoral desde la catalanidad que asuma esta centralidad e integre la política catalana dentro de la política general española en el marco de la Constitución. Porque es desde Cataluña desde donde debe surgir la superación de la actual situación.
Se hace necesario superar la polarización y el enrocamiento de las posiciones. En las defensas dogmáticas y excluyentes del «principio de legalidad» o de un «principio democrático», entendido de manera tal que la formación de la voluntad popular se configura al margen de las normas legales que la legitiman y de las propias instituciones catalanas. La verdadera democracia sólo cristaliza cuando los principios de democracia y de legalidad se conjugan gracias a la política. Hay, pues, que afrontarla políticamente, exigiendo a todos el cumplimiento de la ley, pero sabiendo que la solución no se encuentra en la letra de la ley interpretada rígidamente. Ni sin la ley, ni siquiera con la ley. La pauta de acción debería ser la ley como marco, la política como tarea y la palabra como instrumento.
Pero, para superar la crisis, es necesario, además, que Cataluña esté presente en la construcción de la política española y tenga un peso específico mayor, a veces determinante, en proporción a su realidad histórica, su potencia económica, su tejido cultural y su voluntad de ser, que ha subsistido incólume a lo largo de los siglos, constituyendo un ejemplo de continuidad histórica.
Por este motivo:
Llamamos a intervenir en la vida política de nuestro país
La recuperación de la estabilidad y el buen gobierno en Cataluña y España exige la creación de una opción electoral amplia y fuerte, afirmada en el catalanismo, que actúe en el marco de la Constitución dentro de la política general española, y que considere que la prioridad es abordar desde el autogobierno los problemas y desafíos que nos afectan.
El conflicto social, económico y político generado por el proceso, así como las reacciones que ha provocado, tienen origen tanto en una opción independentista radical, que fractura la sociedad catalana, erosiona su economía y provoca una fuerte pérdida de oportunidades, como en la errónea respuesta dada a ella. También resulta decisiva la pérdida de centralidad de las opciones políticas.
El sistema catalán de partidos está gravemente afectado, porque el catalanismo de la centralidad carece de representación política. Las instituciones catalanas han dejado de representar a todos para convertirse en un instrumento degradado en manos de algunos partidos.
Es urgente una opción electoral fuerte que tenga como espina dorsal de su ideario y de su programa el abordaje eficiente y eficaz de problemas específicos de Cataluña en el marco de la política general española y de la Unión Europea. Para lograrlo, es necesario el reagrupamiento del catalanismo hoy fragmentado en varios grupos e iniciativas.
Para estimular este reagrupamiento catalanista es necesario un catalizador. Una fuerza no partidista, surgida de la sociedad civil, formada por gente independiente. Numerosa, con voluntad de hacer, dotada de capilaridad social y un amplio tejido de complicidad y capital social, guiada por fines altruistas, que impulse la creación de la nueva y gran opción electoral catalanista como alterativa al proceso.
Este catalizador, formado por un agrupamiento de independientes, debe contribuir a facilitar el entendimiento en el marco de la Constitución entre las dos almas del catalanismo: la que rechaza el independentismo y la que lo asume como un ideal, siempre en el marco de la ley. Crear fosos entre las diversas sensibilidades que comparten estas posiciones es un error político grave. La opción catalanista sólo será una alternativa real para el gobierno si consigue atraer una parte del electorado que ha votado hasta ahora partidos independentistas.
El independentismo sólo verá reducido significativamente su apoyo electoral si se presenta una opción política que no exija al elector «excusarse por su voto anterior». Este es un punto clave.
Como independientes, no prejuzgamos la estructura orgánica concreta que escojan los partidos políticos para conformar una sola opción electoral. Sólo animamos a que lo hagan, y nos mostramos totalmente dispuestos a contribuir con nuestro apoyo. Para eso trabajaremos: para facilitar el diálogo y los acuerdos, allanando las dificultades de todo orden, también las de naturaleza material, las de capilaridad social y territorial, y las de comunicación.
Llamamos a las mujeres y hombres de nuestra sociedad que hasta ahora sólo han observado la política, a participar en la respuesta a la difícil situación en la que vivimos, sin necesidad de abandonar su independencia.
Llamamos a agruparnos como independientes a fin de propiciar una nueva opción electoral de gobierno alternativa al independentismo, y capaz de superar el conflicto entre catalanes y con el resto de España. Con este motivo y finalidad, anunciamos la próxima convocatoria de un primer encuentro de independientes y os invitamos a participar en ella.
Jordi Alberich, Carlos Cuatrecasas, Àngels Garcia Roca, Eugeni Gay, Margarita Mauri, Josep Miró i Ardèvol, José Luis Oller Ariño, J.M. Prat Sabat, Manel Silva, Baldiri Ros, Alfredo Pastor, Victor Pou, Miquel Vilanova.
Barcelona, enero de 2020.