Retomando la vieja tradición de la pandemia, y esto ya da una idea de cómo ve de mal las cosas el Gobierno, Sánchez ha convocado un Consejo de Ministros extraordinario en sábado y una ulterior rueda de prensa, prestándose a las preguntas por vez primera en meses. Todo para enfatizar la importancia de las medidas adoptadas para paliar, según sus propias palabras, la inflación.
Concretamente, son medidas que se mantendrán hasta finales de año y que comprenden el mantenimiento de las ayudas a la compra de combustible de 20 céntimos, las ayudas a los sectores del transporte, una nueva ayuda de €200 a los parados y a los trabajadores autónomos. Una definición que habrá que esperar a la publicación del decreto ley para entender exactamente su alcance, la reducción al 5% del IVA en el recibo de la electricidad, y el anuncio de que en el próximo año sea creará un impuesto especial para las compañías que trabajan en el ámbito de la energía. Sánchez ha asegurado que con estas políticas junto con las que ya se han aplicado, la inflación se vería reducida en 2,5 puntos porcentuales. Hasta aquí los hechos.
Su evaluación es bastante evidente:
Desde el punto de vista de la transición ecológica y del buen uso de los recursos públicos, los 20 céntimos por litro son un error, porque incentivan el consumo y abundan en la desigualdad; recibe más aquel que gasta más gasolina, quien posee un coche más potente, y no el que tiene mayor necesidad por sus ingresos insuficientes y debido a su trabajo. Ha pasado suficiente tiempo como para que el Gobierno pudiera haber definido medidas de mayor finura y precisión que este repartir céntimos indiscriminado.
Los 200€ que se pagarán de una sola vez difícilmente van a resolver nada a quien lo reciba. Claro que siempre queda el argumento de afirmar que menos da una piedra, pero este no es un buen criterio para valorar las políticas públicas porque no se trata de “dar”, sino de paliar el impacto sobre las rentas más bajas con la máxima economía posible de los recursos públicos.
La reducción del IVA al 5% es una medida que se había solicitado desde hace tiempo por parte de la propia sociedad y también por el Partido Popular. Bien está que llegue, aunque llegue tarde, y que su efecto sea muy modesto.
Polémico resulta el impuesto sobre las empresas cuyo negocio es la energía, y que este año tendrán unos resultados positivos extraordinariamente elevados. Solo faltaba la compensación que se les otorga a las gasistas por el tope al precio del gas para redondear el negocio. El gobierno, es decir Sánchez, debería empezar por explicar por qué este tope no lo pagan las propias compañías y lo debemos cubrir los propios consumidores, con lo cual, y a efectos del gasto que nos ocasiona, poco o nada hemos ganado con la famosa isla energética Ibérica. Veremos cómo se concreta este impuesto del año que viene, pero si se aplica con la lógica de los ingresos extraordinarios, mucho nos tememos que Sánchez haya dejado pasar deliberadamente la oportunidad.
Pero todo este conjunto de micro medidas, que poco resuelven, ocultan los dos grandes olvidos o impotencias que Sánchez tiene ante el problema de la inflación desbocada.
El primero es el de deflactar el impuesto sobre la renta para que la inflación no castigue todavía más a los que lo pagamos. Esta sí hubiera sido una medida racional, progresiva y substancial, que podría sustituir a todas las demás, incluidos los 20 céntimos, y que solo habría sido necesario complementar con una ayuda a quienes por sus bajos ingresos no hacen declaración de renta.
Pero sin duda, la política más importante para el presente y el futuro para controlar el reducir la inflación es el pacto de rentas. La mejor muestra de capacidad política y de solidaridad de la sociedad que puede darse en este escenario. Sánchez temeroso de los resultados, partidario de presentarse siempre como un ganador indómito, aunque se trate de batallas pírricas, ha preferido ni tan siquiera plantearlo. Este es el gran error y esto es lo que vamos a pagar los ciudadanos.
Lo que fueron capaces de hacer los partidos en la Transición con los Pactos de la Moncloa, que fueron realmente esto, un pacto de rentas en un periodo de inflación desbocada, también a causa de la energía, resulta que, el Gobierno más progresista de nuestra historia es incapaz, no ya de conseguir, sino ni siquiera de intentarlo. Vamos mal.