Todo propósito de regenerar la democracia es positivo, pero el camino escogido por Sánchez no lo es. Lo que ha presentado no sólo es inconcreto, sino que es insuficiente y tiene una fuerte connotación de interés partidista.
De entrada, dos limitaciones castigan al proyecto. La primera es que nace de un poder ejecutivo que, como el de Sánchez, ha demostrado hasta ahora muy poco interés por una práctica democrática inclusiva. Ha hecho discursos en el Parlament hablando de levantar muros, ha excluido toda participación de la oposición y, ahora, pretende determinar desde el ejecutivo qué es y qué no es periodismo. Éste no es un buen camino.
El segundo grave pecado original es que este proyecto nace tras el escándalo relacionado con su esposa, Begoña Gómez, y sus actividades empresariales para impulsar una cátedra y dos másteres en la Universidad Complutense de Madrid. Hasta ese momento, Sánchez no tenía nada que decir sobre la regeneración democrática. Ahora, se excusa generalizadamente de que lo que realmente busca es controlar los medios críticos con esta vertiente supuestamente corrupta de la actividad de su mujer.
Inconcreción de las medidas de regeneración democrática
Si analizamos las 31 medidas presentadas, muchas de ellas son simples declaraciones de principios. Un ejemplo es la creación de una Autoridad Independiente de Protección del Informante. A pesar de ser una buena iniciativa, ésta queda en entredicho cuando se considera la colonización sistemática de entidades supuestamente independientes por parte del ejecutivo, como el CIS, la Agencia EFE, el Tribunal Constitucional, la fiscalía general del estado o el Banco de España. Estas entidades, hoy en día, parecen estar al servicio del poder ejecutivo, en un esquema que, por desgracia, se diferencia poco de casos como el de Venezuela.
En cuanto al rendimiento de cuentas, la propuesta de que éste se realice cada seis meses sería positiva si no fuera porque Sánchez se ha negado reiteradamente a rendir cuentas al Congreso, el lugar donde realmente deben realizarse. Las sesiones de control semanales, pensadas para este propósito, son boicoteadas desde el primer día: el gobierno nunca responde a las preguntas formuladas y las utiliza para atacar a los interrogadores. Si primero se rindieran cuentas al Parlamento, ya se habría avanzado mucho.
Transparencia y participación ciudadana
En materia de transparencia, más que introducir nuevas medidas, bastaría con que el gobierno cumpliera con las que ya están legisladas. La extensa lista de negativas a responder del órgano que gestiona esta información es un buen ejemplo de lo que es necesario corregir. Por otra parte, se habla de ampliar la participación ciudadana, pero no se concreta cómo se hará. Éste es uno de los grandes déficits de la democracia española, donde la partitocracia lo devora todo, en gran parte debido al sistema electoral de listas cerradas y bloqueadas, un aspecto que Sánchez ignora. También se menosprecia la necesidad de facilitar qué listas ciudadanas puedan concurrir a las elecciones y promover una mayor utilización de las iniciativas legislativas populares.
Control sobre la pluralidad informativa
Uno de los ejes de este programa de regeneración es la pluralidad informativa. Algunas de las medidas propuestas son claramente redundantes o parecen más un intento de control que una protección real. Por ejemplo, la creación de un registro de comunicaciones con detalle de la titularidad, composición accionarial e ingresos está ya regulado por el Código Mercantil y la ley de sociedades anónimas. Además, «la estrategia nacional de lucha contra las pantallas de desinformación», que permitiría al ejecutivo determinar qué es información y qué no, se acerca a prácticas autoritarias. El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, afirmó que este gobierno haría “política mediática”, una señal preocupante.
Regeneración real y propuestas alternativas
La regeneración democrática real pasa por garantizar que las instituciones existentes funcionen correctamente. Esto incluye frenar el abuso de los decretos ley, el uso indebido de vías de urgencia, y asegurar que el Congreso pueda controlar efectivamente al ejecutivo. También es esencial restaurar la independencia institucional del Parlamento y poner límites a la colonización de las instancias independientes por parte del gobierno. Asimismo, habría que reformar el sistema electoral para dar mayor poder a los ciudadanos, evitando que las elecciones se reduzcan a un ritual de votar etiquetas cada cuatro años.
En resumen, estas medidas no apuntan en la dirección de una auténtica regeneración democrática, sino más bien al contrario. Un presidente que pretende determinar qué es información admisible no está trabajando por la regeneración, sino por una concentración de poder.