Estamos en el inicio de una crisis que puede llegar a convertirse en importante, que para la agricultura ya lo es, debido a la falta de lluvia. Digamos todo, debido a la falta de lluvia y a la imprevisión de los que nos gobiernan, empezando por la propia Generalitat de Cataluña que ha contemplado impasible cómo la situación de los embalses se iba deteriorando semana tras semana sin adoptar ninguna política concreta, ninguna iniciativa y ahora nos encontramos cada vez más aculados a restricciones.
El nuevo decreto reduce un 15% el uso de agua en la industria y un ¡40%! para usos agrícolas, y este hecho creará una crisis en el sector agrario. Existen otras medidas relacionadas con las piscinas, los jardines y zonas verdes, y la limpieza de calles y edificios, en los que no se podrá utilizar agua potable. Claro que todo esto llega después de que no se haya movido ni una hoja de papel para construir dos nuevas desalinizadoras, en Blanes y en Cunit, tal y como se acordó en el 2009 y desde entonces ha llovido, nunca tan bien dicho, bastante .
Tampoco se ha querido mirar hacia la Agencia Catalana del Agua y su exigua inversión porque está ahogada por un endeudamiento de 1.300 millones de euros.
Pero, seguramente lo peor, porque sólo se trataba de la voluntad de mover papeles, es el retraso injustificable de la autorización de la administración para que Agbar ampliara la reutilización de agua para uso doméstico. Ahora, el gobierno, que ha manifestado de pleno su inutilidad, ya ha encontrado su motivo de orden en una palabra mágica: «hace falta un gran acuerdo de país». Sí, un gran acuerdo para echar a los incompetentes.
En este contexto, el Ayuntamiento de Barcelona se ha dejado llevar por la misma desidia a pesar de saber que su principal abastecimiento para el riego de parques y jardines es el agua potable en una proporción del 80%. Situación inversa a la que se da con el agua utilizada para la limpieza de calles, que sólo emplea un 20% de agua potable y que, por tanto, no se verá muy afectada por las actuales restricciones.
Sin embargo, los parques y jardines sí, las zonas verdes, el césped, las plantaciones anuales. Todo esto se verá afectado de forma que no se podrá regar o que el riego que se aplicará será escaso, de supervivencia y, sobre todo, dirigido a los árboles. Si no hay lluvias extraordinariamente importantes esta primavera, los espacios verdes de Barcelona, que no son abundantes, recibirán un golpe terrible y este hecho de rebote aumentará la mala calidad del aire porque es la vegetación abundante la que actúa como un filtro de la contaminación más peligrosa, las micropartículas, y como captadora del dióxido de carbono. Barcelona tenía tiempo para generar reservas utilizando sus grandes depósitos pluviales.
También podía haber acelerado la utilización de agua regenerada y debía haber sido la voz de los intereses de la capital de Cataluña para urgir a la Generalidad a llevar a cabo las obras necesarias. Pero no fue así. Y de esta manera Colau y su partido, PSC y ERC han compartido una misma dejadez al prever un riesgo que en modo alguno era imprevisto, sino que se veía venir mes tras mes. Esta falta de previsión es aún más grave, si se considera el precedente de la sequía de 2008. Por tanto, no nos encontramos ante un fenómeno impensable, sino un hecho recurrente que castiga a nuestras latitudes.
Pero, por si todo esto no fuera suficiente, resulta que el gobierno municipal que, por un lado, restringirá radicalmente el agua de los parques y jardines de la ciudad, llevará a cabo las plantaciones previstas en los ejes verdes, que dispondrán de todo el agua que necesiten, porque los ejes verdes forman parte del “gran proyecto de Ada Colau”.
Ésta es una manifestación más de la forma arbitraria y poco responsable con la que se gobierna la ciudad, que funciona a golpe de chiste ideológico, sin ningún tipo de racionalidad ni de consideración por las necesidades objetivas de la población de Barcelona. Y una de estas necesidades es disponer de los espacios verdes, un bien escaso en Barcelona, en buenas condiciones.